ARTE
Atrapados por la ‘otra mirada’ de Arrizabalaga
El artista vasco expone en Ármaga ‘Utopías Pop’, una muestra vitalista y llena de color con objetos que hablan y juegos visuales.
Los objetos cotidianos nos hablan, nos cuentan historias, nos invitan a vivir sensaciones nuevas, a embarcarnos en nuestra propia memoria, a jugar, a leer....Las esculturas de Víctor Arrizabalaga (Mañaria, Vizcaya, 1957) tienen ese poder, esa inteligencia implícita que nos permite ver de otra forma los objetos que nos rodean. Utopias Pop es la exposición con la que este reconocido artista vasco regresa a la ciudad de León para volver a tentarnos con sus propuestas. La galería Ármaga (Alfonso V, 6) cede su espacio hasta el 27 de abril al vitalismo y el colorismo encerrado en piezas de hierro.
El movimiento pop que surge en Estados Unidos y en Inglaterra después de la segunda Guerra Mundial, con el que se celebra esa nueva forma de vida que busca la felicidad a través del consumo inducido por la publicidad, inspira esta exposición. «Lo que hago con mis piezas es una celebración de la vida que invita a disfrutar del aquí ahora», explica Arrizabalaga.
«Un puzzle, con el que todos hemos jugado, nos muestra una imagen atropomórfica que refleja lo que somos los humanos, y que de forma intuitiva nos lleva a la imagen de un dolmen». Así describe el artista una de las piezas titulada, La casa del padre, en homenaje a Gabriel Aresti. La literatura también inspira otras de sus creaciones, en una representa que la lectura es un océano, que nos invita a navegar por ese contenedor de la memoria que son los libros, mientras que en otra incorpora una manzana —el pecado— sobre una publicación que busca trasgredir al espectador para que traspase fronteras. «Cuando vengo de un viaje el tesoro más preciado que traigo es un libro, ahora están en crisis por culpa de las nuevas tecnologías», explica este acérrimo lector, licenciado de Economía y doctor en Bellas Artes, al que se le ilumina la cara hablando de los libros de las editoriales Skira y Ruedo Ibérico, y de los escritores proscritos exiliados en Francia. De hecho utiliza una obra de Noel Behn para reescribir una microhistoria en un libro ya escrito sobre el que pesa una enorme eñe, símbolo de la lengua española.
Los juegos visuales —optical art— también forman parte de la muestra que en piezas como Abrazando el viento, permite rodear el volumen a través de una línea de color. «La geometría interactúa con el color y sugiere sensaciones ópticas», explica. Bodegones, mujeres —auténticos iconos de feminidad,— homenajes al pop español con una reinventada botella de Tío Pepe, o una sugerente y sensual corbata colgada que «según quien la mire puede evocar algo fálico o incluso una soga», completan la exposición.
Gran admirador de León, que visita desde hace años, ve en sus calles «la grandeza de una ciudad de empaque, agradable para pasear y disfrutar de su patrimonio». Recién llegado de lo contrario, de la agobiante ciudad de Madrid, donde hace semanas visitó la feria de Arco, Arrizabalaga lamenta el cada vez más reducido espacio de los artistas españoles en la muestra, en la que el 80% de las galerías son extranjeras. «Es verdad que el arte es cada vez más global pero es fundamental cuidar y mimar a los artistas del propio país», afirma. Tampoco se siente especialmente arropado como artista en el País Vasco. «El Guggenheim es un museo espectáculo destinado a atraer turistas y de hecho en las galerías de Bilbao no se observa un cambio de tendencia ni una mejoría en las ventas de arte vasco, a pesar de que es la tierra de importantes artistas internacionales, como Oteiza o Chillida, que crearon escuela».