Diario de León

UN AUTOR EN LA FERIA DEL LIBRO

«Uno nunca sabe si está a bordo del último barco»

DOMINGO VILLAR / ESCRITOR

El escritor gallego Domingo Villar, autor de ‘El último barco’. LAVANDEIRA JR

El escritor gallego Domingo Villar, autor de ‘El último barco’. LAVANDEIRA JR

León

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Es uno de los grandes escritores de literatura negra. Domingo Villar recala el sábado en la Feria del libro, a las 19.00 horas, a bordo de ‘El último barco’, un novelón de 700 páginas que ha tardado una década en alumbrar y supone el regreso del inspector Leo Caldas, interpretado en la gran pantalla por el actor leonés Carmelo Gómez.

—’El último barco’ es un tocho de 700 páginas. ¿Cree que puede desanimar a los lectores?

—Hay lectores a los que les puede parecer una montaña demasiado alta, pero otros, disfrutan más si pueden estar más tiempo sumergidos en un libro. Hay lectores que me dicen que se lo han leído en tres o cuatro días, lo cual resulta sorprendente si pienso que he estado diez años trabajando en él. Es como si alguien está muchas horas en la cocina y el plato se acaba de un bocado.

—Ha empleado diez años en esta novela, ¿ha sido una apuesta arriesgada o ha merecido la pena?

—Mi compromiso conmigo mismo era hacer un libro con el que me encontrase bien, porque soy enormemente inseguro. Disfruto trabajando y no me importa estar mucho con un libro si la historia me seduce.

—A su inspector Leo Caldas ya le hemos puesto la cara del actor leonés Carmelo Gómez. ¿Le gustaría que esta novela también se llevara al cine o preferiría una serie?

—La playa de los ahogados era una novela de 450 páginas que, para llevarla al cine y dejarla en el metraje convencional, obligó a dejar fuera del foco demasiadas cosas. El último barco tiene casi el doble de extensión, así que al cine casi seguro que no se va a trasladar. A lo mejor podría ser una serie, pero también está bien como está. Si hay una propuesta de talento y medios, me parecerá muy bien; pero si no sucede, no pasa nada, porque la historia está pensada para ser una novela.

—Carmelo Gómez anunció hace tiempo que dejaba el cine, ¿se imagina otro actor en el papel de Leo Caldas?

—Carmelo es excelente como Leo Caldas y en cualquier otro papel. Yo, en cambio, no le he puesto ese rostro. Cuando escribo sigo pensando en Caldas con un rostro difuso. No me veo mediatizado por la figura de Carmelo, pese a lo buen actor que es.

—¿Cómo se construye una novela de 700 páginas sin perder el hilo?

—Poquito a poco. Yo no soy capaz de escribir una novela de 700 páginas, pero sí soy capaz de escribir un capítulo corto, que contemplo como un cuento que deja una puerta abierta al final. Son 150 capítulos cortos, de tres o cuatro páginas, con los que sí me atrevo. Si pensase que tengo que escribir una novela extensa, me ahogaría. En cambio, pensando solo en el capítulo que tengo entre manos sí soy capaz de avanzar, de etapa en etapa; y quizá eso es lo que permite que luego el lector se pasee por las 700 páginas en pocos días sin darse cuenta.

—¿Es más importante tener una buena historia o el modo de contarla?

—Las dos cosas. En una novela policíaca la trama es lo que da robustez al libro, pero después, probablemente, no es lo más importante. Lo fundamental en la literatura, como en todas las creaciones artísticas, es la emoción. Hay dos nexos fundamentales que se hacen con los lectores: la voz literaria, que es la forma que uno tiene de contar una historia; y la que para mí es más importante, que es la emocional. Si un escritor escribe emocionado, es fácil que se emocione el lector.

—¿Elige Galicia por ser un terreno que conoce o porque pretende ser universal a través de lo local?

—Las dos cosas. Fundamentalmente por añoranza. Hemingway decía que hay que escribir sobre un lugar cuando ya se ha abandonado. Escribir de Galicia me hace estar de vuelta siempre que me siento en el escritorio. La geografía de las Rías Bajas es un escenario idóneo para narrar. Hay un paisaje sugerente, grandes ciudades, zonas verdes, playas, islas, mar tranquilo en algunos lugares y en otros mar bravo, hay una frontera próxima y un puerto inmenso por el que puede entrar cualquier mercancía... Si alguien pensara en el escenario idóneo para una novela negra, probablemente no sería muy distinto de las Rías Bajas.

—¿Una novela tiene que ser tan musical como un poema?

—No sé si tanto, pero tiene que tener cierta musicalidad. Yo, al menos, entiendo que mi literatura está bien hecha cuando suena bien. Por eso leo en voz alta, buscando esa armonía interna que articule el texto.

—¿Le han quedado fuerzas para seguir escribiendo?

—Sí, claro. Escribía antes de ser publicado, así que no voy a dejarlo ahora. Tengo historias en la cabeza para muchos libros más, lo que no tengo es tiempo. Uno tiene que medir sus fuerzas y no soy un escritor demasiado fértil.

—Vive en Madrid, ¿no cree que tiene una visión distorsionada de la Galicia real?

—Cuando los recuerdos son amorosos se tiende a sublimar la realidad. Cuando me paseo por mi ciudad me doy cuenta de que hay alguna exageración. Pero no pretendo reflejar como un topógrafo los vericuetos de mi tierra. Lo que me une a ella es un vínculo emocional.

—Supongo que alguien que necesita 700 páginas para contar una historia odiará tener que escatimar caracteres en las redes sociales....

—Me cuesta. En las redes sociales parece que toda la brillantez vale si es escueta. Yo creo que la literatura tiene poco que ver con eso; no es tanto un fogonazo de inspiración, como un oficio artesano, que exige paciencia, constancia, tiempo, talento y cariño.

—Trata con mucho cariño a sus personajes secundarios y hay unos cuantos en el libro...

—Intento tratar a todos mis personajes sin prejuicios, que el narrador no los juzgue y sea el lector quien se forme una idea de ellos a medida que actúan y hablan. En general, quiero a casi todos los personajes por igual.

—¿Un escritor escribe siempre la novela que le gustaría leer?

—Lo que no escribe es una novela que no le gustaría leer. Los escritores de novela negra siempre tenemos dos vocecillas que nos susurran al oído: una nos pide ser más literarios y cuidar más la forma de la narración; y la otra nos dice que ser más literarios puede ser un palo en la rueda de la historia y nos recuerda que la novela negra exige un lenguaje sucinto.

—¿Su truco es que va enredando página a página al lector?

—Supongo que tiene que ver con esa estructura de capítulos breves que hace que al lector no le dé pereza leer el capítulo siguiente, porque no son más de tres o cuatro páginas. Pero no es intencionado, es que no sé mirar mucho más lejos.

—¿Ha cogido el último barco?

—En la literatura, confío en que no, pero he cogido últimos barcos de otro tipo, aunque uno nunca sabe si está en el último o no. Me marché de mi ciudad, me enamoré, formé una familia, decidí qué hacer en mi vida... son barcos que uno toma y nunca sabe si van a ser los últimos o no, pero es probable que esté ahora mismo a bordo de más de uno.

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