Diario de León

UN GENIO HUMILDE

Zurdo: «El arte tiene que ser total»

El Albéitar dedica una retrospectiva al artista leonés La exposición ‘Síntesis de una trayectoria’, que se inaugura el viernes, incluye más de ochenta obras entre pinturas, vidrieras y esculturas.

Imagen de archivo del artista leonés Luis García Zurdo diseñando una vidriera. ARCHIVO

Imagen de archivo del artista leonés Luis García Zurdo diseñando una vidriera. ARCHIVO

León

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Resulta chocante encontrar a un genio humilde en el vanidoso mundo del arte. Luis García Zurdo lo es. Lo primero que hay que entender es que no se trata de un excepcional vitralista. «Si no eres un pintor preparado no puedes hacer vidriera», argumenta. Para acercarse a este «maestro», que odia profundamente que se lo llamen, hay que asimilar a la perfección que la vidriera no es más que una forma de pintura, que a él le permite aprovechar los recursos de la luz.

La Universidad de León —que el año pasado le nombraba Honoris Causa— dedica ahora una retrospectiva a este genio que se formó en Alemania en la época en la que al país germánico solo viajaba obra de mano barata. El Albéitar acoge a partir del viernes la exposición Luis García Zurdo (Pintura, vidrieras, bocetos y escultura). Síntesis de una trayectoria, que podrá verse hasta el 25 de julio. La muestra incluye más de ochenta obras en todos los lenguajes que ha cultivado el artista leonés: dibujos de vidrieras que creó para iglesias de Galicia o Plasencia, esculturas que nunca ha expuesta y pinturas desde el año 1967 hasta la actualidad. «Obras que guardaba y no quería vender», confiesa.

Restaurador durante décadas de las vidrieras de la Catedral de León y autor de decenas de vidrieras en edificios religiosos y públicos de media España, guarda minuciosamente en su casona de la ribera del Torío dibujos de todas ellas, a escala 1:1. En la muestra se podrán ver algunos de estos bocetos, de tres metros de largo. Superados los ochenta confiesa estar asustado, mientras los operarios clavan sus obras en una sala cuyo único defecto, según él, es que «está perfectamente insonorizada».

«Salir al balcón a saludar a la gente da miedo», reconoce a pocas horas de la inauguración.

García Zurdo, al que le marcaron profundamente los años que pasó en una Alemania que aún tenía a la vista las heridas de la Segunda Guerra Mundial y donde fue discípulo del gran Josef Oberberger, considera que «el arte tiene que ser total. «Unas veces más figurativo, otras más colorista, según el momento, pero la expresividad es lo fundamental».

Tras acabar los estudios de Bellas Artes en España sus maestros germánicos le dieron una visión completamente diferente. «Tienes que conocer todas las técnicas», cuenta que le inculcaron.

El artista ha descubierto con la exposición que está preparando que su mujer, Ángeles, y su hija Graciela han comprado obras suyas en anticuarios sin él saberlo.

Cada vez que se ve obligado a hablar de sí mismo se disculpa, quizá por eso no entiende a los colegas que ambicionan tener una fundación para velar por su legado. A uno de ellos, que le preguntó qué hacía si no con su obra, le aconsejó: «Quémala». García Zurdo ha acumulado una gran producción porque nunca ha tenido vacaciones. «Prefiero pintar, que es como mejor me lo paso».

No reniega de los encargos, siempre y cuando tenga plena libertad. Lo que le gusta es que le pongan retos. Es un artista ávido de conocimientos, apasionado de la historia y el patrimonio y perfeccionista hasta la extenuación. Cuando se embarca en un proyecto —nueve años le ha llevado un proyecto en Santiago de Compostela— necesita encontrar la nobleza plástica, «que no sea un caramelo complaciente».

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