Diario de León

EXPOSICIÓN

La fusión de la tecnología y la naturaleza se hace obra de arte

El futurismo de Sergio Abraín, premiado como mejor artista aragonés del 2018, desembarca en Ármaga con ‘Metalíricos’

El artista zaragozano frente a dos de sus dioramas en Ármaga. DL

El artista zaragozano frente a dos de sus dioramas en Ármaga. DL

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MARÍA CARNERO | LEÓN
León

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«Tenía ganas de volver a León, es una ciudad que me encanta, su casco antiguo, su historia».El pintor Sergio Abraín (Zaragoza, 1952), recientemente premiado cómo mejor artista aragonés del año, ha vuelto a la tierra que le vio crecer como el artista reconocido que es hoy. Aquel joven que el año 1974 se estrenó en esta tierra junto al leonés Miguel Escanciano en una exposición colectiva en la Diputación de León, y que tuvo como padrinos poéticos a Antonio Gamoneda y Victoriano Crémer, regresa a la galería Ármaga (Alfonso V, 6) con una exposición de treinta piezas que fusionan materiales como el metal y el lenguaje pictórico para mostrar al espectador una visión neoobjetivista del arte. «Son un juego de elementos mecánicos, un tanto futurista, que tienen que ver con la tecnología y con la naturaleza», explica. Esta idea, que parece una contradicción, surge del pensador Gilles Deleuze, que viene a decir que la tecnología generada por el ser humano viene de la naturaleza.

Metalíricos, que es el nombre de la exposición que podrá visitarse hasta el 24 de julio, incluye lienzos, obras sobre papel y técnicas mixtas inspiradas en el futurismo de artistas cubistas como Fernand Léger. En la colección destacan una serie de dioramas con luz propia. «Es un soporte muy divertido, ya que permite contar una pequeña historia en un ámbito teatral que ofrece la posibilidad de jugar con los elementos mecánicos, la figuración y la pintura», explica Abraín, que afirma que nunca se olvida del factor pictórico en sus obras, o como el dice «la cosa pintada, la mano del artista».

Miembro fundador del Colectivo Plástico de Zaragoza (1975), y también de las galerías de arte zaragozanas Pata Gallo (1978) y Caligrama-Pata Gallo (1983), este artista hace un llamamiento contra la politización del arte actual. «La actividad cultural está ahora muy cerrada, porque hay una fuerte presión ideológica ejercida por los nacionalismo y por la endogamia del poder que hace que los circuitos culturales queden supeditados a los territorios, cuando la cultura es universal», denuncia.

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