Diario de León

LITERATURA DE VIAJES

El regreso del tren Hullero

El leonés Jesús Díez Fernández . cierra una trilogía sobre la vía estrecha.

Imagen de archivo de la vía estrecha León-Bilbao

Imagen de archivo de la vía estrecha León-Bilbao

León

Creado:

Actualizado:

Sostiene Julio Llamazares que la literatura de viajes está en la esencia de la literatura. Así lo cree también Jesús Díez Fernández, que acaba de publicar Viajeros que regresan al Tren Hullero, un viaje crepuscular a uno de esos paraísos perdidos, que, según él, son los únicos que existen. Último libro de la trilogía que comenzó con Las ciudades que soy y siguió con La nieve sin derretir.

Para el escritor leonés el tren es como el viaje de la vida. «Los viajeros hemos sacado billetes de ida y vuelta, regresando de la mano de Ulises y sus Ítacas». Recuerda su primer trayecto en el tren de vía estrecha. Y esperar en la estación de La Vecilla con sus padres. Debía tener tres o cuatro años. No ha olvidado el impacto que le produjo una cuerda de presos custodiados por una pareja de la Guardia Civil. Más de una treintena de relatos breves reconstruyen la memoria de medio siglo de un viajero que en los ochenta recorrió parte de la línea León-Bilbao «a pie», siguiendo los raíles de un tren que en agosto cumplirá 150 años. Historias que escuchó a los viajeros, personajes que se cruzaron en un vagón y no ha olvidado... «Mis padres eran campesinos en una época que parecía la Edad Media», cuenta.

«Desde pequeño me subí en sus vagones, para ir hasta el final de los raíles, al encuentro de la extrañeza y la ciudad, siempre queriendo ser un viajero sin brújulas». Desde la ventanilla contemplaba aquellos paisajes que fue recopilando en la memoria. Y dentro, conocía las vidas de personas con las que ha tejido una suerte de filandón, donde el ferrocarril se entremezcla a la velocidad de las emociones humanas.

El Hullero —dice— «conformó el viaje, el sueño de estar partiendo siempre. Lo cogía en La Vecilla e iba a Boñar, otras veces llega hasta León y, en ocasiones, se apeaba en Bilbao». Muchos de los episodios que relata en el libro son autobiográficos. «La literatura es ficción, pero una vez escrita ya se convierte en realidad», asegura.

Chispas, el carbonero, Gonzalo Garcival, El Ruso... suben y bajan en estos episodios donde abundan las historias de campesinos y mineros —como la máquina de vapor que vino de Mesopotamia y transportaba el carbón en Vegamediana—, porque así eran los pasajeros del Hullero, que llegaba hasta el fin de un mundo o así lo piensa el protagonista, que escucha conteniendo el aliento el relato que le cuenta un hombre en cuyos pulmones habita la negrura de un nombre sin olvido, Casetas, donde perecieron catorce mineros.

Díez Fernández ya había recorrido la línea estrecha en Carbonilla en los ojos, un equipaje de imágenes con las que inmortaliza a los viajeros. Autor de dos libros más de fotografías —Afluentes del Curueño y Miradas en lo invisible—, para él «el tren era el eje de muchas vidas». Lo dice con tristeza, ante el temor de que el tren de Feve tenga los días contados. «Tras la vida de ese tren y sus cicatrices están las pérdidas, y hay que asumirlas». Considera que podrían buscarse alternativas para que los 340 kilómetros de la línea León-Bilbao no cierre. «Culpables somos todos. Pero tendremos que tratar de defenderlo. Lucho por salir de este túnel, pero no se puede dejar a los políticos y a los responsables del ferrocarril de vía estrecha que lo cierren».

Los paisajes y paisanajes de la vía estrecha no tienen nada que ver con los de esos otros trenes a los que han puesto ‘alas’. Viajeros que regresan al Tren Hullero es «un viaje literario de muchos viajes que he hecho desde niño». Lucidez y sueño, memoria e imaginación. Con ellos el autor recompone la memoria de este tren que es la vida. Relatos que le contaron personajes como Maximiano Díez, que trabajó cuarenta años en el ferrocarril y ha montado su particular museo; o Manuel Suárez, responsable del Museo del Ferroviario de Cistierna, que fue maquinista.

tracking