CULTURA
El arquitecto que pinta «un mundo que desaparece»
«El invierno leonés da para mucho». Ovidio Prieto Martínez clausura hoy su exposición en el Palacio de Gaviria. Arquitecto recién jubilado como jefe de unidad del Catastro de León ha sido fiel a su vocación artística en el tiempo libre. «El invierno leonés da para mucho», dice con serenidad
Con una selección de música de The Beatles y con las espaldas cubiertas por unas acuarelas de Mójacar, su lugar de culto de veraneo, Ovidio Prieto Martínez (Fresno de la Vega, 1949) recibe a los visitantes que se acercan a ver su exposición de dibujo, pintura y arquitectura en el Palacio de Gaviria de León.
Está como en casa. Ovidio Prieto es arquitecto por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid (Estam) y ha ejercido como arquitecto jefe del Catastro de León durante 37 años, después de unos años de trabajo por libre en un estudio que fundó en Madrid con otros dos profesionales.
La exposición que puede verse hasta hoy en la sede del Colegio de Arquitectos de León reúne obra de este arquitecto, pintor y dibujante desde 1967. Es un canto al arte, espacialmente al clasicista del que esrudia y dibuja numerosos ejemplos de la provincia, y sobre todo a la vida rural.. Prácticamente desde que se traslada a Madrid para estudiar decoración, estudios que abandonaría por la arquitectura al curso siguiente, para mayor satisfacción de su madre, que le había aconsejado estudiar la carrera. «Soy hijo de labradores, en mi casa no había tradición, pero como se me daba bien el dibujo mi madre pensó que era una profesión adecuada», cuenta.
Paisaje de los Oteros. DL
En su obra hay una huella firme de esa mano de arquitecto de medidas exactas, líneas limpias y proporciones a escala. Sus dibujos de los órdenes toscano, dórico, jónico y corintio, unos clásicos del dibujo de arquitecto clásico, de cuando no existían los Autocad ni nada que se le pareciera, dan prueba de una destreza que ya se cultiva poco en la profesión. De esta destreza y de su pasión por el arte han salido las portadas de algunos monumentos leoneses tan conocidos como la portada neoclásica de la parte de atrás de San Isidoro o la iglesia del Monasterio de Sandoval y otras con menos predicamento pero tan valiosas como la extraordinaria portada de Villamañán, la del palacio de la calle La Rúa 33, la iglesia de Villacé o la de Valdesaz de los Oteros.
«Desde 2008 centra sus trabajos en la arquitectura clasicista leonesa del siglo XVI, estudiando las obras conservadas, especialmente las portadas como mejor pueden hacer los arquitectos: midiéndolas y dibujándolas», señala Ana Isabel Prieto, arquitecta e hija del autor, en la presentación de la muestra.
El artesonado mudéjar de la iglesia de San Miguel de Fresno de la Vega o las diferentes vistas de este templo, con su emblemática torre, son otras de las obras que se colocan al lado de los grandes monumentos con la dignidad que les da quien los conoce y los mira con la devoción de Ovidio Prieto. «Yo soy arquitecto, pero el invierno leonés da para mucho y en esta ciudad fría y un poco inhóspita he dedicado mis tardes a pintar y dibujar», comenta.
Si la precisión y el detalle llaman la atención en estas portadas monumentales, conmueven las humildes ventanas que Ovidio Castro ha abierto con una luminosidad hiperrealista. Desde la casa de la infancia en Fresno de la Vega a otras de diferentes pueblos de la contorna, el barro, la teja, madera o los hierros resplandecen como el legado de un tiempo pasado, «un mundo que desaparece», como dice artista y que ha inmortalizado con su mirada de pintor.
La obra de Ovidio Prieto abarca desde 1967 hasta la actualidad y es ecléctica, pero el amor y el vínculo con el terruño y los frutos de las fértiles tierras de Fresno de la Vega, están presentes en todas las etapas y casi toda la obra. Así, los cuadros cubistas que se pueden ver colgadas en una de las paredes son puro paisaje de los Oteros. Tanto como el pequeño cuadro que todo el mundo quiere llevarse en el que tierra y cielo se funden en una abrazo de colores.
En las naturalezas muertas de Ovidio Prieto hay mucha vida. Los bodegones, «lo que más gusta a los de mi pueblo», brillan los pimientos morrones, membrillos y hasta unas naranjas con una luminosidad mediterránea.
Un albérchigo, palabra de abuelas y del sur de León, es otro fruto de la identidad, de las raíces y la vida rural de antaño que Ovidio Prieto. Retratos familiares y guiños a la era pop, que son de la era pop, completan esta exposición que le piden al artista que lleve a la comarca para después del verano. De momento, quiere descansar del ajetreo de esta intensa retrospectiva.