Patrimonio
El rosetón que salvó las vidrieras de la Catedral
El gran vitral de la fachada principal de la Catedral de León, desmontado hace quince meses para su restauración, está en el ojo del huracán después de que el Cabildo haya puesto bajo sospecha cómo lo rehabilitó el maestro Rigalt en el XIX. Lo cierto es que fue un banco de pruebas que permitió salvar todas las vidrieras.
La decisión del Cabildo de iniciar una investigación sobre la restauración del rosetón de la Catedral de León llevada a cabo por Antoni Rigalt i Blanch a finales del siglo XIX ha abierto la caja de los truenos. Los historiadores ni siquiera se ponen de acuerdo en si el gran vitral de la fachada principal del templo gótico se reparó en León o en Barcelona.
Sí parece haber acuerdo en que el rosetón fue un ‘laboratorio de pruebas’ que permitió experimentar una empresa colosal nunca antes llevada a cabo: la rehabilitación de nada menos que 1.800 metros cuadrados de vidrieras. El libro Guía para visitar la Catedral de León, que publica en 1901 el canónigo Cipriano Fernández Robledo, afirma que el rosetón de la polémica es el único que restaura Rigalt junto con sus correspondientes del triforio.
Víctor Nieto Alcaide, una de las mayores eminencias en el mundo de las vidrieras y autor de la ‘biblia’ La vidriera española, aseguró en los años ochenta que sin la intervención del siglo XIX no se habrían salvado las vidrieras. Para este experto, más que restauración fue un ejercicio creativo, basado en la imitación de los modelos antiguos, hasta el punto de que la Catedral adquirió un aspecto «más gótico» que en el siglo XIII.
También es cierto que la restauración del conjunto de vidrieras de León fue seguida por medio mundo. Otras catedrales e iglesias tomaron el templo leonés como modelo y encargaron la restauración de sus vidrieras y la realización de otras nuevas al taller que creó el arquitecto leonés Juan Bautista Lázaro en 1894 para devolver la luz y el color a los vanos de un edificio que había estado a punto de desplomarse.
El arquitecto leonés Jorge Díez García-Olalla se pasó siete años catalogando planos y documentos de la Catedral para su tesis, titulada Juan Bautista Lázaro y la restauración monumental: su intervención en la Catedral de León (1892-1909) , publicada en 2015, donde detalla los ensayos previos y los encargos a varios maestros, antes de acometer la rehabilitación del rosetón occidental, desmontado hace quince meses y que en Navidades está previsto volver a colocar en la fachada occidental. Díez García-Olalla subraya que si bien en el plano arquitectónico los restauradores del siglo XIX intentan que la Catedral recupere su esencia gótica y eliminan cúpulas y elementos posteriores, en el caso de las vidrieras no prescinden de las renacentistas. Explica que todas las decisiones de Lázaro son sometidas a una Junta de Inspección y también al dictamen de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que «Rigalt y Lázaro hicieron muchas investigaciones y ensayos previos. Irán de la mano en la restauración», sostiene.
A diferencia de su predecesor, Demetrio de los Ríos, que era partidario de convocar un concurso internacional para la misión de restaurar las vidrieras, Lázaro optó por el ‘plan Laviña’. El primer arquitecto restaurador de la Catedral en el siglo XIX diseña un plan más ambicioso que la simple conservación y consolidación de lo antiguo. Piensa que completar lo que faltaba resultaba tan urgente como restaurar lo original.
Un puzle con mies de vidrios
Lázaro se embarca en un proyecto monumental: no solo restaurar 1.800 metros cuadrados de vidrieras, sino clasificar millones de trozos de vidrio pintado, conservados en cajas sin ningún orden —actualmente, en el nuevo taller de vidrieras de la calle Dámaso Merino existe un ‘archivo’ de vidrios, todos perfectamente catalogados por colores y épocas—. Con aquellos vidrios Lázaro compone, como en un rompecabezas, los dibujos de los que formaban parte, extendiéndolos sobre cartones, para completarlos y recrear lo que faltaba.
No hay que olvidar que las vidrieras a finales del XIX, que se habían desmontado y trasladado a la torre Norte para llevar a cabo la gran restauración de una estructura que está a punto del colapso, se hallaban en estado terminal. Sin los trabajos de Lázaro y su equipo —aún con sus fallos y errores— no se habrían salvado.
En un dibujo de Alfredo Ozaeta realizado en 1883 se ve cómo era el núcleo del rosetón nueve años antes de la restauración realizada por Rigalt y sus discípulos leoneses —Guillermo A. Bolinaga, Santa María y González y Moncada—. En el centro del rosetón hay seis ángeles y seis ‘vidrieras-mosaico’ que completan el círculo. En origen habría doce ángeles, pero con el tiempo los huecos habrían sido rellenados con cristales de colores, perdiendo prácticamente las figuras. Rigalt devolvió la vidriera con doce ángeles. Inventó media docena, copiando los existentes; y de éstos, solo respetó las caras y las manos. Luego completó el panel con vidrios del XIX, en sustitución de los medievales, y lo «recoció» todo. El Cabildo pretende averiguar si fue un fraude artístico. Díez García-Olalla considera «normal» que en aquel momento se recuperasen los ángeles, porque el criterio era devolver al conjunto de vidrieras a su aspecto original.
Labor de ‘falsificación’
Nieto Alcaide en su citado libro de La vidriera española dice: «En la restauración de las vidrieras de la Catedral de León se desarrolló un proceso en el que se funden y confunden labores de restauración de lo antiguo con las de creación de lo nuevo. La restitución comportaba una labor de ‘falsificación’ al utilizarse vidrios antiguos de procedencia incierta para la realización de nuevas vidrieras».
Repullés, secretario general de la Academia de Bellas Artes, en un artículo publicado en 1919 en la revista de esta institución con motivo del fallecimiento de Lázaro, destaca que su proyecto costó una tercera parte del presupuestado por Demetrio de los Ríos, que había presentado un plan en 1890 que superaba el medio millón de pesetas. Treinta y un grandes ventanales, formados por 285 vidrieras, más las rosas Norte y Sur, más de ochocientos metros cuadrados, fueron restaurados o rehechos antes de 1897. En la segunda fase, a partir de 1898, Lázaro repara las 45 vidrieras de las capillas absidiales; y, finalmente, en 1899, se hicieron las nuevas vidrieras para las ventanas donde no existieron o cuyos restos se habían perdido por completo. En menos de siete años la Catedral vuelve a lucir con todas sus vidrieras.
En un seminario en Santander en 1994 sobre Conservación de Vidrieras Históricas , coordinadas por Miguel Ángel Corzo, del Instituto Getty de Conservación, y Nieves Valentín, del Instituto del Patrimonio Histórico Español, que ponen de relieve los estudios científicos realizados a partir de muestras un buen número de vidrieras de la Catedral de León, el investigador Muñoz Cosme afirma que las vidrieras leonesas pueden contemplarse de tres formas. «Tradicionalmente han sido vistas como una obra de la vidriería medieval, pero cuando se profundiza en su estudio se comprende que es fundamentalmente una obra del historicismo neogótico del siglo XIX. La Catedral de León es una especie de museo de la vidriera española, donde se encuentran entremezclados fragmentos de toda la historia de la vidriería en España».