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Literatura

El ‘leonés’ que recibió la última carta de Machado

Escribió la última carta de su vida mientras agonizaba en el mismo dormitorio que su madre, una habitación de hotel en la que se entregó de manera descarnada a la verdad de sus versos. Antonio Machado le dictó a su hermano unas palabras de esperanza para su gran amigo Luis Älvarez Santullano. La misiva, que había permanecido silenciosa hasta hoy, acaba de salir a la luz en la exposición 'Los Machado' que la Fundación Unicaja acaba de inaugurar en el Instituto Cervantes.

León

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Imagen de la carta inédita que Antonio Machado escribió a Luis Álvarez Santullano . RAQUEL P. VIECO

Antonio Machado supo laborar hasta la hora última, pues rendido de fatiga espiritual y corporal llegó al pueblecito francés de Collioure, en los Bajos Pirineos, brutalmente arrojado por la galerna de nuestra guerra. Otro fin de semana —como aquel de Guadarrama, con el señor Cossío— Antonio dictaba a su hermano José una carta para mí —la última carta del poeta— desde su lecho de casi agonizante, diciéndome engañosamente que su salud iba en alza y que esperaba verme pronto en París, donde yo accidentalmente vivía. Esto decía la letra de la carta, pero los trazos de la firma vacilantes en temblorosa huida declaraban que la existencia del poeta se escapaba al más allá...»

Son las palabras de Luis Álvarez Santullano sobre la muerte del poeta que su hermano Manuel incluyó en la obra Últimas soledades del poeta Antonio Machado.

La carta a la que se refería Santullano ha permanecido inédita hasta ahora y se muestra por primera vez con motivo de la exposición del Instituto Cervantes Los Machado, que reúne un centenar de piezas —atesoradas por la Fundación Unicaja— y escriben el relato de la tragedia de una familia que la guerra separó. El director de la institución, Luis García Montero, destacaba durante la inauguración que el guión con el que se ha levantado esta exposición es «el amor fraternal que no se rompió ni siquiera tras la separación forzada por la Guerra Civil».

En la carta, el poeta da cuenta de su precaria salud tras el penoso viaje que le llevó de Madrid a Valencia, Cataluña y el sur de Francia, cuando los sublevados franquistas vencieron a la II República. El derrotado poeta y catedrático de francés sugiere en la carta que sus posibles destinos son la Unión Soviética o México. «No he podido contestar antes a su interesante carta porque a mis ya viejos achaques ha venido a sumarse un funesto catarro bronquial, que —aunque mejorado—, me tiene bastante fastidiado. De acuerdo con sus atinadísimas observaciones, en efecto creo que el asunto de URSS de momento quizás debe ser aplazado y, sobre todo, si se puede resistir aquí el tiempo que tarde en vislumbrarse un porvenir», señala Machado. Tras comentar las recientes visitas de «Mr Lermont» y Cándido Bolívar, concluye que «lo que hay que hacer es esperar aquí a tener noticias de ese generoso Mecenas. A ello me ayudará el que tampoco podría moverme de aquí en estos días que me dure el catarro». Y se despide:«Sus cartas levantan mi espíritu y me hacen mucho bien. Gracias».

Luis Álvarez Santullano fue el mejor amigo de Antonio Machado y una de las personalidades que más hizo por socorrerle y ampararle a lo largo de su vida. A él se debe la obtención de licencias mensuales que el poeta obtuvo del Ministerio de Instrucción Pública y el traslado al Instituto Calderón de la Barca, en Madrid. Asimismo, fue él quien le convenció para que formara parte del Patronato de Misiones Pedagógicas, institución en la que él ocupaba el cargo de secretario.

Luis Álvarez Santullano con Rabindranat Tagore, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí en la Residencia . RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

Nacido en Asturias en 1879, su primera relación con León tuvo lugar en Ponferrada, donde fue enviado como inspector de Enseñanza tras graduarse en Derecho y terminar su formación en Europa. Allí acudió a estudiar la colonia Stockel-Bois, cercana a Bruselas, experiencia libertaria creada por Emile Chapelier. A pesar de que su vida siempre se desarrolló en la capital por su vinculación a la obra de la Institución Libre de Enseñanza, la relación del intelectual liberal con la provincia de León fue intensa. Su primer destino laboral, como inspector de Primera Enseñanza, fue Ponferrada. Además, la capital se convirtió poco después en su segunda casa debido al matrimonio de una de sus hermanas con un profesor de la ciudad. El traslado de su madre hizo, tiempo más tarde, que sus visitas se intensificaran y Luis Santullano se convirtió en protagonista de cafés y tertulias en la capital del Viejo Reino.

Luis Álvarez Santullano fue una de las personas más activas de la Institución Libre de Enseñanza. Responsable del Instituto Escuela, luchó durante toda su vida por incrementar el nivel educativo de las clases más humildes. Poco antes del comienzo de la dictadura de Primo, destacaba que el ideal de las democracias buscaba la capacitación de todos para alcanzar las máximas responsabilidades de ciudadanía: «Ese mismo interés democrático no debe encontrar daño en la organización de un tipo de enseñanza que, por alcanzar a los más, frene la marcha de quienes marchan en la vida con pie ágil y ánimo alegre».

Creado en 1918, como un experimento educativo para ‘colonizar’ el alma educativa según los principios krausistas que animaron la Institución Libre de Enseñanza, el Instituto Escuela fue pionero en la aplicación de pedagogías renovadoras y de carácter activo, incorporando la participación de los alumnos en el propio proceso de aprendizaje. Muchos de sus logros siguen, cien años después, en tela de juicio por los sectores más conservadores de la sociedad: la educación igualitaria de niños y niñas, el fomento de la evaluación continua, la importancia de la formación integral del hombre, la elaboración de los propios libros de texto, las conversaciones con el profesor, el fomento del criterio propio, el libre albedrío, el debate, la libertad...

La apuesta de Santullano por la redención a través de la educación le convirtió además en el motor de las Misiones Pedagógicas. Fue su trabajo el que consiguió que el anhelo de Bartolomé Cossío fructificara en la gran obra de redención cultural y social de la República. Y es que el pedagogo asturiano había trabajado en la iniciativa desde los años veinte a través de la Junta de Ampliación de Estudios. «En las primeras expediciones de maestros, que tuvieron lugar en 1911, ya estuvo presente Santullano», precisa el catedrático Eugenio Otero Urtaza, que califica al institucionista de «extraordinario intelectual injustamente olvidado». «Luis Santullano fue un europeísta convencido que tuvo una producción bibliográfica y pedagógica extraordinaria», dice. Añade además que el día a día de las Misiones no se entiende sin él, y asegura que fue Santullano quien orientó a los misioneros acerca de cómo tratar a los campesinos. «Ha sido injustamente olvidado y debe ser rehabilitado», defiende.

Tras la victoria de los golpistas en la guerra, Luis Álvarez Santullano, como otros tantos, se exilia junto a su familia. Recaló primero en París, donde vivió una temporada. Desde allí viaja a Estados Unidos para trabajar como profesor de Literatura en la Universidad de Columbia. Puerto Rico le acogerá hasta 1944 y México será su destino final. En el país azteca ejerció como Oficial Mayor del Colegio de México y allí murió a la edad de 72 años.

Dejó una intensa obra intelectual en la que destacan los ensayos sobre educación y numerosas novelas breves, además de sus artículos en la Revista de la Residencia de Estudiante, la Revista de Pedagogía, en la Revista de Escuelas Normales o el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Aún por estudiar queda su correspondencia con personajes como el propio Machado o Miguel de Unamuno. Luis Álvarez Santullano ejerció su faceta de traductor trasladando algunas obras de su contemporáneo y filósofo de la educación, Carleton Washburne.