Música
«Hay que hablar poco, tocar mucho y dejar el marrón al siguiente»
El Drogas recala hoy en Espacio Vías con nuevo quíntuple disco
Lugar: Espacio Vías.
Hora: 21.00 horas.
Entrada: 20, anticipada y 23 euros en taquilla
Hace tiempo que El Drogas es tan solo el nombre de un grupo, y que Enrique Villarreal, su líder, visita las ciudades por la mañana. Son las cosas de la edad de quien peina 60 años en canas de experiencia y una sensatez que poseía pero que ahora pone de manifiesto en cada una de sus acciones. Su nuevo disco, Solo quiero brujas en esta noche sin compañía (Warner), verso de Leopoldo María Panero, es largo como el título: cinco cedés y libro que serán parte del concierto de hoy en el Espacio Vías, que también se avecina extenso con 23 canciones nuevas más 20 anteriores y unas tres horas de espectáculo.
Lo cuenta Villarreal con cierta ilusión y expectación por esta nueva visita a León: «La vez anterior nos fue muy bien y me gustó mucho la ciudad. Llenamos. Fue una experiencia bonita, incluido el preconcierto de la polémica de Vox, que ayudó», recuerda el músico.
En esta ocasión el objetivo es bien distinto: «Volvemos con las intenciones de que quien vaya se lo pase a gusto. Que consigamos sorprender a quien pague 20 euros en los tiempos que corren», asegura, mostrando que mantiene el viejo principio de que subirse a un escenario siempre ha de tener algo de excepcional.
Y en las tablas también se percibe que El Drogas no es solo ya rock urbano del Norte como denominación de origen. Y él lo describe hasta con gracia: «Es un espectáculo rompedor, con canciones muy diferentes, en cuanto a lo que se espera de un rockurbanero», explica para señalar que aparecen instrumentos nada convencionales en el género, como es el violonchelo, o el piano tratado desde un punto más clásico. «Hay un trabajo muy cerebral para que luego parezca todo improvisado. Bueno, yo te cuento estas cosas para que vayas al concierto. Todo tiene su proporción de mentira, pero está dicho con ilusión», relata, como si estuviera ejerciendo de su propio publicista.
Y es una oportunidad escuchar a Enrique Villarreal ahora que ya se desprendió de su nombre de guerra sin abandonarlo, sino pasándoselo al colectivo que lidera. «Mi reto actual es no repetirme. Meter más repertorio y que los conciertos sean diferentes», afirma, por ejemplo, para saltarse uno de los principios actuales de las bandas de éxito, tan sometidas a esquemas cerrados que parece que clonan sus presencias en directo. Villarreal nunca sucumbió a esa ambición del éxito comercial. Porque si se le pregunta si no ha tenido la tentación de reciclarse, como lo hicieron colegas y amigos que sí dieron ese paso y dejaron de ser alternativos para copar las listas de éxito (léase M-Clan o Fito Cabrales), él lo tiene claro: «Lo que hacemos nosotros tiene como público ideal entre 500 o 1.000 personas. En ese público es donde nosotros podemos desplegar todo lo que hacemos», cuenta Villarreal. A todo esto, hay que añadir que lo del navarro subido a un escenario es una de esas cosas únicas que aún quedan en el rock estatal, como experiencia que tiene hasta su faceta teatrera.
Como se toma todo en serio, la supuesta bohemia de rockero en su caso ha dado lugar a un hombre preocupado por cultivarse y divulgar. Y no hace falta contar sus publicaciones e incursiones sobre todo tipo de temas, porque los afronta siempre desde una perspectiva crítica. Cada vez le interesa más esa faceta literaria que tampoco deslinda de su conjunto: «No lo separo porque todo tiene algo que ver, y porque yo no soy una de esas carpetas de ordenador, que dividen entre documentos, música, imágenes... En mi va todo mezclado», asegura.
Es más, va todo junto como un lote cultural que él cose en forma de musicalidad, que es la que encuentra cuando oye o lee sus escritos, según ha ido captando a través de la experiencia.
Y sobre esa trayectoria, lo que es seguro es que hoy, El Drogas, esto es Enrique Villarreal y los suyos, pondrán toda la carne en el asador, que es lo que saben hacer desde hace más de cuarenta años con aquel invento de juventud llamado Kafarnaum. «Hay que ir a saco siempre. Y si teloneamos a La Polla, como grupo sé lo que hay que hacer. Hablar poco, tocar mucho y dejarle el marrón al siguiente», narra, aunque hoy todo el día es para ellos.