Exposición
El pintor que devuelve belleza
El artista Javier Rueda expone en el Palacio de Don Gutierre hasta el próximo 21 de febrero una muestra pictórica bajo el título de 'Pintura y poesía'
El sabio siempre gana porque no compite, afirmaba Lao Tse. Y el sabio es aquel que ha conseguido ser libre y dueño de sí mismo, el que no enseña con palabras, sino con actos, el que ha encontrado su propósito después de caer y levantarse muchas veces, el que no teme a la verdad y la torea con fortaleza y alegría, el que lleva la paz consigo, consciente de que nada te puede dañar tanto como tus propios pensamientos, el que ha comprendido que no hay un camino a la felicidad, ya que la felicidad es el camino y que en el mismo lo que hacemos a los demás nos lo hacemos a nosotros. Ese es el sabio, el mismo que, como diría Lao Tse, reconoce que el conocimiento es un tesoro, pero la práctica es la clave. Y así es Javier Rueda, un pintor que se ha hecho lentamente, gracias al conocimiento y a la paciencia, que es la oración mayor, según Buda.
Pintura y poesía es una exposición en la que el autor, Javier Rueda, se desnuda humildemente frente al mundo dando lo mejor de sí, de su arte y de su humanidad. «Camina lento, no te apresure», afirmaba Ortega y Gasset, que a donde tienes que llegar es a ti mismo.
Y es a donde el artista ha llegado a través de las vicisitudes de la vida, de los errores, de la acción de aprender y desaprender, de morir para nacer. Y lo ha plasmado a través de esa necesidad que tienen los artistas de reinventarse para sentirse vivos, de sentir y transmitir. Sus cuadros son poemas vivos que desmantelan la cotidianidad para desvelarnos los secretos de la luz. Sus poemas son lamentos que no ha podido pintar.
El artista plasma la necesidad de reinventarse para sentirse vivo, de sentir y transmitir
«Cuando dejo de ser lo que soy, me convierto en lo que podría ser», afirmaba Lao Tse. Vivir es arriesgar y en arte, quien no arriesga, muere. Javier Rueda es un pintor que no tiene miedo al riesgo ni a las críticas porque está acostumbrado a pintar sus propios jardines y decorar su alma sin necesidad de que nadie le traiga flores.
Capaz de ensalzar la naturaleza como un dios, nos recuerda que solo podemos disfrutar de lo que podemos prescindir.
Su obra es un renacer muriendo plasmado en óleos de pequeño formato, realizados con pincelada limpia, corta, segura, rápida, numerosos empastes y un extraordinario trabajo en sus atmósferas Y es que, como diría Rembrandt, sin una atmósfera, la pintura no es nada. Reseña especial merecen sus retratos al carbón, en los que fuerza, gesto y composición evidencian, no sólo un extraordinario dominio técnico en el estudio del dibujo y de la luz, sino también una gran sensibilidad.
Si el propósito del arte no es otro que lavar el polvo de la vida cotidiana de nuestras almas, que decía Picasso, Javier Rueda lo ha conseguido con obra. Nos ha devuelto la luz, la belleza...¡la vida!