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La vida de Crémer en cien objetos

'Hombre Habitado' es el título de la exposición con la que el Museo Egipcio pretende mantener viva la memoria del poeta y periodista del Diario de León Victoriano Crémer a través de un centenar de objetos, incluida su querida máquina de escribir

León

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En un siglo se pueden acumular muchos objetos y amigos. Victoriano Crémer ‘coleccionó’ ambos. El Museo Liceo Egipcio de León inauguró ayer la exposición Hombre habitado , en la que rescata un centenar de cartas, documentos, primeras ediciones, fotografías y pinturas para aproximarse a la figura de uno de los ‘animales literarios’ más curiosos, originales y polémicos de las letras contemporáneas. También, cuando se cumplen diez años del fallecimiento del autor de Libro de Caín, es «una manera de mantener viva su memoria y enaltecer su legado», según Raúl López, director del Museo Egipcio.

En los objetos se puede ‘leer’ la travesía de Crémer. Hay en ellos cierta aureola, la impronta de su propietario. Permiten seguir la trayectoria del longevo escritor, fallecido a los 102 años. En la muestra está su máquina de escribir, una Hispano-Olivetti —ante la que pasó gran parte de su vida mientras apuraba su cigarro—, así como manuscritos de sus poemas, novelas, artículos periodísticos y guiones de radio, la numerosa correspondencia mantenida con Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Max Aub o Camilo José Cela, libros autografiados o dedicados, cuadros y el bonete que lució cuando fue nombrado doctor Honoris Causa por la Universidad de León.

Crémer era un apasionado lector y, por consiguiente, coleccionista de libros. Hasta tal punto, que llegó a hacer tres colecciones. La primera se la quemó su madre. La segunda, al ocultarla en un sótano donde había mulas, acabó destrozada. Y la tercera amenazó con asfixiar a la familia en su pequeño piso. Con 21 años, publicó su primer poemario y ochenta años más tarde, con 101, obtuvo el Premio Gil de Biedma por El último jinete. Años de cuartillas, de diarios, de acumular recortes de periódico, textos manuscritos y con su vieja máquina. En la exposición se puede contemplar al fundador de la revista Espadaña a través de la mirada de Llamas Gil, Redondo o Encarna Campesino. También hay dos cuadros que le dedicaron Sáenz de la Calzada y Vela Zanetti —un monje orante que el artista burgalés pintó en 1953 en Roma—. O caricaturas de la época en la que estuvo preso, citaciones judiciales y los consiguientes escritos en los que el poeta intentaba esquivar las acusaciones de los vigías del franquismo.

Crémer no quería dar nombre a un aula que sólo sirviera para amontonar libros, polvo y olvido. Finalmente, acabó cediendo y en 2007 se inauguraba el Aula Crémer con más de 5.000 volúmenes, muchos de ellos primeras ediciones dedicadas al escritor leonés por poetas de la generación del 27, y unos 40.000 documentos. Nueve años después, la Casona de Carriegos era desalojada.

Ahora, la familia Crémer-Leonardo ha prestado los objetos de la exposición, muchos de ellos inéditos. La muestra estará abierta hasta el mes de julio en la sede del Museo Egipcio, en el palacio de Gaviria.

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