Los dramas y comedias de José Ramón Gómez

Podría haber sido un cómico de la legua o siglos después un actor de cine mudo. O, por supuesto, un integrante de esas compañías de teatro de los años 50 del viaje a ninguna parte. Pero en los 80, José Ramón Gómez se embarcó en el Teatro de la Danza, en esa década loca madrileña en la que todo estaba por hacer y había mucho por probar. Así, si ahora a este leonés se le pregunta si no echaría de menos haber apostado por aquella profesionalización, él que es un sibarita de primera se desmarca: «Yo estoy bien haciendo lo que estoy haciendo», repite, ya no se sabe si por evitar la pregunta o ahuyentar al preguntador.

Sea como sea, el veneno del teatro ahora que peina seis décadas fluye hasta de manera más ordenada. Porque se le puede ver recientemente en El Candil, o como así ocurrió el año pasado en El Albéitar con La ventana furiosa , junto a Fernando Bravo y dirigidos por Renée Jaitt. Por cierto una obra que habla de pantallas, noticias falsas, y el dominio de lo que ahora predomina de manera hegemónica.

Pero en el caso de José Ramón Gómez, la actualidad si es teatral no tiene fecha, porque acostumbra a atacar todo tipo de textos con cierta predilección por los consagrados o los que ya tienen un reconocimiento contrastado en cuanto a calidad.

Y es tal vez también por eso que sin que pueda decirse que aspira al altruismo total, Gómez procura regalar su arte o servir de intermediario para que así ocurra.

Eso se traduce no solo en la gestión u organización de saraos de todo tipo, sino en la parte de presentación, donde surge otra de sus virtudes escénicas como showman.

Y si es showman siempre será desde la elegancia, a primera hora del día, o a última de la mañana, porque domina ambas con envidiable destreza. Y es entonces cuando aparece una versión que no tiene prácticamente comparación en León porque se trata del personaje que es invento propio e inclasificable: Pepi Levian. Sobre Pepi Levian puede creerse que es un personaje que quiere ser otros y a partir de ahí surge lo incontrolable. Liza Minelli, Rocío Jurado, Lola Flores o Nina Hagen pueden ser parte de un repaso general al mundo de la copla, el cabaret, en definitiva la invención en tono canalla que de todos estos personajes hace José Ramón Gómez. Y a todo esto conviene no olvidar que detrás de todo esto anda Peperra, que es entonces un personaje célebre de la ciudad desde hace cuatro décadas, conocido por todos y que se las conoce todas. Tal vez por eso se entiende que optara por hacer de León su escenario de madurez, para no dejar de hacer cosas, que seguro que ya planeaba con su compadre inolvidable Agustín García, Tinín el del Cuervo.