Diario de León

Cita en París

Un León de Exposición Universal

Huesos de un mastadonte, el Santo Grial, obras del Musac, el puente metálico de Palanquinos o ‘El libro de las estampas’ de la Catedral —robado y recuperado por la Interpol— son algunas de las piezas prestadas por León a diferentes capitales del mundo que albergaron la Exposición Universal. A la que se celebró en Barcelona en 1929 le cedió 150 de sus mejores tesoros.

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Napoleón III contempló el sorprendente puente metálico de Palanquinos en 1867. El vial ferroviario de 297 metros fue una de las sensaciones de la Exposición Universal de París de aquel año. Gustó tanto que volvería a exhibirse en la capital francesa en la edición de 1878. Faltaban aún once años para que Eiffel plantara su colosal torre de hiero de 300 metros de altura que acabaría por convertirse en el símbolo de Francia.

Es posible que Picasso encontrara en la Biblia visigótica de la Catedral de León a la mejor de las musas para alumbrar algunos de los animales que ‘habitan’ en su obra cumbre, el Guernica. El parecido es extraordinario, por lo que los expertos descartan que sea fruto de la casualidad. La Biblia leonesa del siglo X se expuso en las exposiciones universales de Barcelona en 1929, y en París en 1937, momentos en los que Picasso pudo descubrir los dibujos que ilustran el códice medieval. La doble mirada (de frente y de perfil) de las figuras del cuadro que hoy custodia el Museo Reina Sofía y, sobre todo, el caballo y el toro, parecen un ‘calco’ de los personajes que ‘pueblan’ la Biblia que iluminó el diácono Juan en el año 920.

Mantequilla de oro

León ha cedido incontables joyas artísticas a las exposiciones universales —nada menos que 150 tesoros a la edición de Barcelona de 1929—. Muchas obras, como la citada biblia o el puente de Palanquinos, causaron un auténtico impacto, y artistas y exhibidores leoneses recibieron el máximo galardón. Marcelino Rubio Rodríguez, natural de Villager de Laciana y fundador de la fábrica ‘La Laceaniega’ consiguió una medalla de oro para su manteca en la Exposición Universal de Bruselas de 1910. Fue el espaldarazo para expandir el negocio en Madrid, que pasó a llamarse Mantequerías Leonesas. Germán Gracia, patriarca de una saga de fotógrafos leoneses, recibiría idéntica distinción en la Exposición de París de 1900. Otro fotógrafo, el ponferradino Arturo González Nieto, ganaría la medalla de oro en la Exposición Universal de Chicago (1916).

Fotógrafos

Germán Gracia y Arturo González Nieto fueron premiados en París y Chicago respectivamente

La edición que acogió Barcelona el año del crac de la Bolsa de Nueva York no habría sido tan espectacular sin la aportación leonesa. Aquella ‘feria’ cambió muchas cosas. El Cabildo de la Catedral comprendió que los mismos tesoros que había prestado a la capital catalana —más de medio centenar— podía mostrarlos también en el templo gótico leonés. Barcelona fue el impulso que necesitaban para llevar a cabo el Museo Catedralicio, constituido en 1917, pero cuya apertura se retrasó hasta 1930.

El botín que halló Panero

Unos años antes de la Exposición de Barcelona, el escritor Leopoldo Panero, junto a Ricardo Gullón y José María Luengo,descubrió en el sótano del Palacio Episcopal de Astorga un botín de obras de arte que supuestamente habrían sido expoliadas de iglesias de la diócesis. La mayoría de las 200 piezas pasaron a formar parte del museo diocesano, pero otras se vendieron, como el retablo de La vida de la Virgen y de San Francisco, de Nicolás Francés, originario de La Bañeza, que acabó en la citada exposición de Barcelona, donde el Estado lo recuperó —está en el Museo del Prado desde 1932—.

Público japonés

El cantautor berciano Amancio Prada ofreció un concierto en la Exposición de Aichi en 2005

Hoy sería prácticamente imposible que las mejores obras de arte de la Catedral y San Isidoro participaran en una Exposición Universal. En 1929 se consideró una cuestión de Estado. Así que de León partieron las mejores joyas de las catedrales de León y Astorga, San Isidoro y el Museo Arqueológico Provincial, a las que se unió la colección particular del arquitecto Juan Crisóstomo Torbado. Joyas únicas en el mundo como el cáliz de Doña Urraca, el Libro de las Estampas, la arqueta de las bienaventuranzas, la cruz de Peñalba o el cristo de marfil de Carrizo.

El Grial volvería a viajar para el hito de Sevilla 92, acompañado por el cristo de Carrizo y la Nodicia de Kesos — documento escrito en romance en el año 974, más antiguo que las Glosas Emilianenses, que se consideran el primer texto en ‘castellano’—. Las piezas leonesas se mostraron en la Sala de los Tesoros del pabellón de Castilla y León (Pabecal), cuya construcción superó seis veces lo previsto, hasta los 2.249 millones de pesetas.

Seis años después, en la Exposición Universal de Lisboa, León solo envió una Biblia del siglo XII de la colegiata de San Isidoro.

A la Expo de Zaragoza de 2008, dedicada al agua, la representación leonesa recayó en el Musac, que mostró 13 obras relacionadas con esta temática. También se ‘coló’ un jarro litúrgico de la Edad Media cedido por el Museo de León.

León también dejó su impronta en los edificios y pabellones construidos por España en las exposiciones universales, sobre todo en las parisinas de finales del siglo XIX. Los responsables de turno se aferran en mostrar lo que espera el público internacional, el exotismo hispano. De ahí que los primeros edificios españoles son un resumen de lo que se considera la esencia del país, una suerte de ‘híbrido’ de las tres culturas (cristiana, judía y árabe), donde se impone el mudéjar. El pabellón español de 1878 es una ‘mezcla’ entre la mezquita de Córdoba, la Aljafería de Zaragoza y el mudéjar leonés.

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