Ponce de León y la caída de los dioses
Los antirracistas convierten en blanco las estatuas de los colonizadores españoles Se abre un debate entre la defensa del arte y lo que simboliza
La historia tiene extrañas formas de hacer justicia. La muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en Minesota ha desatado una revolución en medio mundo que parece imparable. Las protestas raciales han puesto en el punto de mira a personajes como el esclavista Edward Colston, cuya estatua de bronce acabó en el fondo del río Avon en Bristol.
En este movimiento global cuyo lema es Black Lives Matter (las vidas negras importan) los conquistadores españoles han sido ‘masacrados’ de norte a sur en el continente americano.
Colón se ha convertido en símbolo del genocidio y sus estatuas han aparecido rociadas de pintura y decapitadas. En ciudades como Nueva York, la escultura del navegante está vigilada por la policía. Tampoco ha salido mejor parado Ponce de León. La imagen del descubridor de Puerto Rico y Florida, nacido en 1460 en Santervás de Campos —localidad que hasta 1833 perteneció al territorio leonés—, amaneció irreconocible en Miami.
Blanco de los ataques
La Embajada de España en Washington ha lamentado que se hayan producido «ataques a estatuas que representan el legado español en los Estados Unidos», aunque al mismo tiempo ha dejado claro que respeta y comparte «el dolor que siente el pueblo americano».
Algunos países como el Reino Unido han comenzado a retirar las esculturas de esclavistas; otras, como la de Churchill, han tenido que ser literalmente ‘acorazadas’. También ha habido pintadas en la efigie de la reina Victoria en el céntrico Hyde Park, donde se han podido leer palabras como «racista» o «asesina».
La caída de los ‘dioses’ se ha extendido a toda Europa, donde cada país ha decidido derribar su propios antihéroes. Las estatuas de Leopoldo II, principal responsable del genocidio cometido a finales del siglo XIX contra la población del Congo, han sido arrasadas.
La historia no es nueva. El derribo de la efigie de Stalin fue la declaración más visual del fin de la era comunista. Los iraquíes derrocaron la estatua de Sadam Hussein cuando aventuraban aires de una libertad que nunca llegó.
Las redes
La actual guerra de las estatuas se ha cobrado al negrero escocés Robert Milligan o al general confederado Williams Carter Wickham. Pero el peor parado de todos ha sido, sin duda, Cristóbal Colón, atacado en decenas de ciudades de Estados Unidos, por su papel en la colonización del continente y los efectos de ella en los nativos americanos. En Richmond, la estatua de Colón acabó en un estanque.
El debate del arte
Tras el episodio de la estatua de Colston, el enigmático y cotizado artista Banksy, propuso a través de su cuenta Instagram —con casi diez millones de seguidores— , ponerlo de nuevo en su pedestal «le atamos un cable al cuello y encargamos unas estatuas de bronce de tamaño natural de los manifestantes en el acto de derribarlo. Todos felices. Se conmemora un famoso día».
El arte no ha permanecido ajeno a esta revuelta contra las ‘estatuas racistas’. Aparte del vandalismo, se ha abierto un debate entre la defensa del arte —y muchas de las esculturas atacadas tienen un innegable valor artístico— y la necesidad de revisar a quienes representan.
Paralelamente al Black Lives Matter ha surgido el movimiento Topple the Racist (derribemos a los racistas), que alienta a través de las redes sociales a denunciar a los personajes vinculados al racismo.