Muere el ladrón que hizo temblar a León
Tan conocido como odiado, nombrar a Erik el Belga en muchos pueblos leoneses era mentar al demonio. Robó decenas de obras de arte en esta provincia. Ni él mismo recordaba la cifra. El ladrón más famoso de Europa ha muerto a los 81 años en Málaga.
Fue un ladrón de película. Robaba por encargo. También falsificó decenas de obras de arte, porque era un extraordinario pintor. Su debilidad: las vírgenes románicas. René Alphonse van den Berghe, conocido como Erik el Belga, fue el azote del patrimonio leonés durante los setenta. Su nombre infundía terror. No siempre tuvo que recurrir a la fuerza. También era un gran negociador. Algunos curas rurales se dejaron embaucar por este experto para vender tesoros a precios de ganga. Tras entrar y salir de varias cárceles, ayudó a la policía a recuperar obras de arte robadas o vendidas ilegalmente. Ayer fallecía a los 81 años en un hospital de Málaga en el que había ingresado hace días aquejado de un problema en la pierna del que fue operado; luego sufrió un infarto.
Erik el Belga saqueó decenas de iglesias, ermitas y conventos de esta provincia en busca, principalmente, de tallas y pinturas góticas y románicas —su especialidad—. Décadas después confesaría que León era un auténtico paraíso para robar. Hasta tal punto que esta provincia se convirtió en su «despensa». En 2012 decidió contar su historia de ladrón de ‘guante blanco’ y publicar sus memorias bajo el título, Por amor al arte, donde cuenta cómo robó más de 6.000 objetos de arte.
Considerado el mayor ladrón de obras de arte del siglo XX, llegó a dar más de 600 ‘golpes’ en Europa sin que le pillaran. En una de las contadas ocasiones en las que Erik el Belga aceptó hablar de su pasado, en una entrevista concedida a Diario de León el 19 de diciembre de 1999, afirmó: «De León sólo puedo decir que es una maravilla desde el punto de vista artístico. Las obras de arte que atesora serían el sueño de cualquier coleccionista. Enumerar las veces que ‘trabajé’ allí me parece una especie de alarde de mal gusto....».
Desveló entonces que siempre trabajó «por riguroso encargo». «Mis coleccionistas, muchos de los cuales ya habrán muerto, eran talibanes del arte y tenían fijaciones que rozaban la manía. Siendo muy joven fui contratado por un anciano caballero que tan sólo quería vírgenes sonrientes de una determinada época. Si la pieza estaba deteriorada, me exigía que yo personalmente la restaurara, porque soy un buen restaurador y la policromía no tiene secretos para mí»
La primera profesora de arte que tuvo Erik el Belga fue su madre, que trabajaba como ilustradora de libros de botánica. Le enseñó a pintar antes que a escribir. «Dicen que soy uno de los mayores especialistas vivos en gótico y románico. Ésa ha sido mi elección y mi pasión. Nunca me han interesado otras épocas», dijo entonces.
A los 40 años se retiró de su ‘profesión’ tras décadas de robos, entradas y salidas de la cárcel y varias fugas.