El fuego flamenco de un leonés

El que mejor definió a Miguel Morán fue Pepe Habichuela un año cuando dijo: «Es que hacía mucho que no llegaba nadie y nos trataba con cariño a los flamencos. Miguel se preocupa por nosotros». Es Miguel Morán, entonces, el creador de Flamenco On Fire de Pamplona, un festival (hoy termina) en el que se trata a los artistas flamencos como si fueran estrellas y al público como si todos fueran vips. Morán, berciano de San Facundo, es un acreditado promotor que en lugar del acaparamiento practica la puntería. Junto a su hermano José, Joako Ezpeleta y otro berciano de pro como es Luis Calvo, crearon hace ya tanto tiempo el FIB, el festival de Benicassim que fue pionero de la avalancha de eventos de este tipo que se organizan en España. Cuando vendieron la marca (ya solo quedaban los dos hermanos) dejaron el FIB en lo más alto. Y al cabo de los años, Miguel Morán, que había viajado a Pamplona pensando en una sede para hacer un festival de corte medio o pequeño en torno al rock, encontró, además de buena acogida, el filón flamenco de Sabicas, todo un referente, natural de allí, y de paso rescató su afición por esta música de los tiempos en los que fue camarero en Casa Patas. Así se llega a esta séptima edición en donde la velocidad de crucero saltó por las aires y tras las dudas se optó por adaptar la programación a las circunstancias.

Dicho así todo suena a recorte, pero si se menciona que Vicente Amigo y Remedios Amaya dictaron magisterio; que Farruquito forma parte destacada del cartel, que un mediático como Pitingo también pasa por Pamplona, o que los Carmona son fijos, de lo que se habla es de lo más granado del flamenco en España, que ya asocian el Flamenco On Fire de Morán no solo como paso obligado sino como la forma de ir creando el aura necesaria para que en nada la cita tenga consideración de clásico. Las crónicas muestran cómo se las gasta el festival: «La de ayer fue una jornada marcada por el baile, Farruquito presentó en el Auditorio Baluarte su espectáculo Íntimo , una demostración arrebatadora de sensibilidad, fuerza y control. Con la liturgia propia de una ceremonia, la actuación comenzó con las voces de Ismael de la Rosa El Bola y Ezequiel Montoya Chanito retándose en una seguirilla, hasta que Farruquito hizo suyo el escenario». Se lee y se siente el aroma de los grandes acontecimientos.