La conquista de la libertad en el País Vasco
Botines inaugura una exposición impulsada por la Fundación Miguel Ángel Blanco como gran homenaje civil
El 26 de marzo de 1982, a las 3 de la tarde, Enrique Cuesta, delegado provincial de Telefónica en San Sebastián, tardaba en llegar a casa. No lo hizo nunca, asesinado junto a uno de sus escoltas por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, rama escindida de ETA. Sus hijas Cristina e Irene vieron el drama al instante. Si el sufrimiento puede ser aún mayor, la pérdida de su padre fue vivida entre el caos y el terror en la calle que sucedía a los atentados etarras. Cristina Cuesta es ahora directora de la Fundación Miguel Ángel Blanco. Y es la artífice (de hecho ya estaba en la ciudad para las labores de montaje) de lo que hoy por la mañana se inaugura con la presencia de ella misma y del alcalde de León, José Antonio Diez, junto a José Luis García, presidente de Fundos. De esta manera, el Museo Casa Botines Gaudí acoge la exposición La Voz de las Manos Blancas , que ha sido organizada por la Fundación Miguel Ángel Blanco y la Fundación Obra Social de Castilla y León (Fundos), en colaboración con el Ministerio del Interior y la Fundación Víctimas del Terrorismo.
Cristina Cuesta, ayer, revisaba una y otra imagen, que son testigos del terror pero también de la rebeldía de la sociedad que eligió la libertad frente a la barbarie: «Ves a Ortega Lara, a Miguel Ángel Blanco, a Tomás y Valiente... Y la muestra quiere ser eso, representar a todos. A los colectivos anónimos y a los que levantaron la voz como movimientos que reivindicaban y se enfrentaban a lo que estaba pasando», señala Cuesta, que sigue en la brecha en este propósito haciendo grupo aún con personas de la talla de Consuelo Ordóñez, «somos grandes amigas», matiza, o con Marimar Blanco, presidenta de la Fundación que lleva el nombre de su hermano Miguel Ángel Blanco. «Tienes relación con las víctimas, claro. En estos casos que dices, más, porque Marimar es además mi jefa. Pero hay contacto porque aún hay mucho que contar, que resolver, y no dejar que se manipule una historia y se de pie a un nuevo odio, de jóvenes que están siendo adoctrinados en torno a una mentira y el odio a España», relata. Y es que estas imágenes retrotraen a todos los tiempos de la violencia. Porque como Cuesta asegura, «ETA no atacaba a Franco. Atacaba a España», remarca.
Por eso también cree Cristina Cuesta que fundaciones como la que ella dirige contribuyen a evitar que se retroalimente ese odio y esa animadversión que en determinados sectores de la sociedad vasca sigue siendo un gran caldo de cultivo.
Así, oírla lleva a pensar dónde se guardaba el miedo en aquellos años de plomo o los posteriores en donde la banda terrorista ejercitó acciones de máxima crueldad. Y en este apartado recurre a un leonés y bilbaíno a partes iguales como era el periodista José María Calleja: «La dignidad está siempre dos peldaños por encima del miedo», recuerda así Cuesta cómo encontraban en la palabra el ánimo para seguir.