Literatura
Los viajes de autor del leonés Gabriel Quindós
El escritor presenta hoy su libro ‘Caminos desiertos, cielos cercanos’
Lugar: librería Tula Varona. Ruiz de Salazar, 18.
Hora: 20.30.
Entrada : entrada libre
No es un viajero al uso. Y no porque transite ligero de equipaje, improvise el alojamiento de cada jornada y explore paisajes y paisanajes poco trillados, sino porque el propósito de su periplo es la búsqueda de la ficción. La suya es una aventura iniciática, a la caza de inspiración, de historias dignas de ser contadas, de atmósferas y de esos personajes reales que piden a gritos ser encontrados por un escritor.
Gabriel Quindós presenta hoy Caminos desiertos, cielos cercanos, segundo de los tres libros de una suerte de género —no le pondremos nombre porque a él no le gusta el de literatura de viajes—, donde las pinceladas del escritor sobre su inmersión en Bolivia son la antesala de un conjunto de relatos; nueve en este caso. Con el dedicado a Vietnam, Otras nubes, otras lluvias y, a falta de culminar aún el de Etiopía, cerrará una singular trilogía sobre tres continentes desfavorecidos. Su próximo viaje será completar otras dos novelas que reescribe, con afán corrector, desde hace tiempo.
Fotografía del escritor leonés Gabriel Quindós. FOTOS CORTESÍA DE GABRIEL QUINDÓS
Para el que acaba de editar Mr. Griffin —que siempre es garantía de calidad— Quindós se decidió por la que suele ser la última opción para un turista que recorra Sudamérica: Bolivia. Eligió el país andino porque «era seguro, barato y un gran desconocido». No es el escritor leonés un buscador de aventuras y riesgos en otro plano que no sea el literario. Los suyos son viajes de autor. Habla con admiración del país latinoamericano. «Bolivia no es solo el altiplano, que apenas ocupa una pequeña porción» de un país, recuerda, más extenso que España y Francia juntos y con apenas diez millones de habitantes. «Puedes ver el Potosí con menos gente que en la Catedral de León, hay selvas, bosques, los ríos de la Amazonía, parques naturales, paisajes desérticos y casi siempre era el único extranjero en todos estos lugares». Al final escribió una historia por cada departamento: Beni, Pando, Tarija, Chuquisaca, Oruro, Potosí, Cochabamba, Santa Cruz y La Paz. «Bolivia es una joya por descubrir. No entiendo cómo los turistas alternativos no van a Bolivia». En su opinión, es un país «injustamente tratado por las oligarquías», pero «son muy combativos. Todos los días tienen manifestaciones», cuenta.
Quindós tiene un particular método de trabajo. Toma notas, apenas bocetos, y algunas fotos, a modo de apuntes, de bares, de carteles o de lugares curiosos. «Todos los relatos los invento allí, aunque no los escribo allí. Vuelvo con la estructura y la carpintería del cuento perfectamente montada». Luego viene el proceso de la escritura reposada; dos o tres años para afrontar los nueve relatos. Y, finalmente, la breve pincelada del autor que antecede a cada historia de ficción. Le gusta que el paso del tiempo haya esfumado buena parte de los recuerdos a la hora de afrontar esta pequeña crónica del viaje que realizó hace casi una década.
El libro, de 400 páginas —300 de ellas de ficción—, incluye algunas imágenes, «sin valor artístico», que, por consejo del editor, Quindós ha accedido a publicar en cada capítulo. «No soy fotógrafo ni las fotos son el objetivo del viaje. Quizás, ayuden al lector a ambientar la historia. No he incluido las mejores ni las que más me gustan, pero hay una por cada departamento», explica.
Cocaleros y misioneros
El cuento de Tarija, titulado Y el resto es carnaval, la historia de dos amantes que se encuentran una vez al año, siempre el Martes de Albahaca, es un digno heredero de la gran literatura sudamericana. Relatos empapados de giros bolivianos y de un idioma mejor cuidado al otro lado del Atlántico, por donde circulan contrabandistas, cocaleros, buscadores de oro, artesanos de pueblos misionales, traficantes de especies protegidas, mineros del Cerro Rico, bodegueros de vinos de altura, anticuarios o ricos e ilustrados hacendados. Personajes que buscan su lugar en los márgenes del mundo.
«Intento imitar de oído el modo en que hablan», confiesa. Solo aparecen en cursiva los localismos; el resto, son palabras que están en el Diccionario de la RAE, aunque aquí algunas han caído en desuso.