Fotografía
«Guardo un gran recuerdo de fotos que nunca hice»
José Ramón Vega ‘exporta’ sus retratos en blanco y negro, gran parte de ellos relacionados con el ámbito leonés, en forma de muestra en el Zorrilla de Valladolid
En materia de retratos puede decirse que en León existe una ruta por la que se va de Vega a la eternidad. Es la forma terrenal más segura de pasar a una historia. Mientras la vida discurre, los personajes de José Ramón Vega, algunos ya se han tenido que ir, sostienen la mirada porque están realizados desde un ejercicio mutuo de dignidad. Así, uno se lo imagina inmerso en una realidad mágica con esos retratos fotográficos a cuestas, que cobran vida en cualquier viaje para poder volver a ser vistos y vivos. Así ocurre en esta Un certain regard , exposición que puede verse en la Sala de Exposiciones del Teatro Zorrilla de Valladolid y que recoge retratos llevados a cabo entre 2011 y 2017.
Lo que está presente hasta el próximo 10 de enero de 2021 «no es un proyecto nuevo como tal, es una miscelánea de retratos que ya han sido exhibidos en otros lugares. En cada lugar he ido haciendo alguna variación entre las imágenes, buscando la selección más apropiada a cada espacio y pensando en el público que pueda estar interesado», explica sobre unos trabajos que en su conjunto tienen el hilo conductor de ser ya, después de tantos años, obras en las que convive en armonía la personalidad del personaje con la reconocible firma del artista.
Vega se asocia a estos retratados desde un prisma en el que él elige. Y puede que el juego consista en combinar la intencionalidad con lo instantáneo según de quién se trate. «Difícil responder a esa pregunta. Para mí, cada retrato es todo un ejercicio de responsabilidad. Jamás trabajo sobre encargo, soy yo quien decide a quien quiero retratar. Es por ello una situación claramente intencionada en la que se intenta recoger en un momento dado todo aquello que esa persona te pueda dar, pero siempre bajo tu óptica. Claro, no todos tenemos la misma visión sobre los demás. Unas veces se acierta y otras veces se fracasa. Es así. Y luego está el azar, algo extraordinario y que suele ser generalmente sorprendente», relata.
El instante creativo
«El retrato es un momento de elevada tensión entre las dos partes. Se juega en corto, sin reglas»
Cartel de la exposición. DL
Otro de los valores del creador leonés es su paso firme a la hora de componer lo que el espectador ve. Porque sí ha logrado que su recorrido tenga esa huella reconocible, o ese lenguaje propio que debe perseguir quien se sumerja en los terrenos artísticos. Es lo difícil y él lo consigue. ¿Cómo? Tal vez, haya una evolución invisible que permita que todavía su filón creativo tenga mucho que contar. «Mi forma de trabajar ha cambiado muy poco a lo largo de los años. A veces me cuestiono mi escasa evolución, pero la mayor parte del tiempo ni me lo planteo. Es mi manera, no tengo otra, no sabría trabajar de otra forma. El retrato te permite y exige un acercamiento a la persona. Es un momento de elevada tensión entre las dos partes, se juega en corto, en un campo muy limitado y sin reglas», matiza.
Luego ocurre que esa tensión de la que habla en estas fotos (personales en todos los sentidos) requiera de cierto distanciamiento y pausa. Y parece que lo necesita: «Sí, de hecho en mi anterior trabajo, Cancamusa , con textos de mi querido Víctor M. Díez, la presencia humana era anecdótica. Me interesa mucho, aparte del retrato, otro tipo de fotografía que está más vinculada al terreno personal, escenas o motivos que me encuentro y que me sugieren tal o cual sensación. Es un tipo de fotografía más libre, más dada a la reflexión o al momento creativo. La suelo denominar ‘fotografía de interior’, una fotografía a modo de diario personal, más ligada a un momento sensorial concreto, un detalle, una luz, una escena cotidiana. Atrapar el momento, la fugacidad de las cosas, ese momento mágico que nunca se repetirá. En ese tipo de fotografía es en el que me encuentro más a gusto», asegura y sorprende.
Trayectoria
«A veces me cuestiono mi escasa evolución, pero la mayor parte ni me lo planteo. Es mi manera»
Tal vez es por todo esto que no aparecerá por ningún lado un Vega ansioso de apretar el gatillo fotográfico, sino que se antoja más el juego de acudir, viajar o moverse por zonas fotografiables, y presentarse desarmado. Como si guardara la consciencia de la mirada tal vez como primer paso. A lo que añade cierta costumbre por desdramatizar lo artístico. Así, sobre si ve tantas fotografías cuando lleva la cámara como cuando no la lleva, lo tiene claro: «Muchas más cuando no la llevo, que suele ser lo normal. Siempre digo que guardo un recuerdo extraordinario de fotografías que nunca hice por no haber llevado la cámara encima», remarca con humor.
Escuela clásica
Siguiendo el rastro de José Ramón Vega lo que también se confirma es que no se plantea un combate con los nuevos lenguajes, sino utilizar las herramientas que le vengan bien. De hecho, no puede decirse que siga lo que sería lo novísimo en fotografía. «Pues muy poco. Soy de escuela clásica y ahora no se estila el fotógrafo sino el artista visual. Me dejan indiferente. Aparte de los fotógrafos consagrados, entre los jóvenes de hoy en día me interesan los trabajos de gente como Alain Laboile, Sebastián Liste, Walter Astrada, Txema Salvans y otros que me olvido. Son fotógrafos de raza los que me interesan».
Así, lo recomendable es detenerse en esta Un certain regard, porque es la parada actual de ese viaje en imágenes que es Vega.