Arte bajo sospecha
El ‘botín leonés’ del Pazo de Meirás
El inventario del Pazo de Meirás, realizado por orden judicial, ha permitido ver 697 bienes, que, al igual que el edificio, es posible que fueran expoliados por Franco. Los expertos creen que siete obras de arte podrían proceder de León, sin descartar que entre los 13.000 volúmenes de las tres bibliotecas esté el valioso Manuscrito de Astorga
Los expertos miran con lupa los tesoros encerrados en el pazo de Meirás, ocupado durante los últimos 82 años por la familia Franco. Y han creído reconocer siete tallas románicas y góticas y pinturas de procedencia leonesa.
De momento, las fotografías que forman parte del inventario de 163 páginas realizado por técnicos de la Xunta de Galicia es la única pista para averiguar de dónde proceden las riquezas atesoradas en la mansión que fue propiedad de la escritora Emilia Pardo Bazán y que ahora vigila día y noche la Guardia Civil.
Alejandro Valderas, archivero de la Universidad de León, lleva años investigando el patrimonio expoliado a la provincia. Gracias a su tesón se han recuperado algunas piezas.
En contacto con otros expertos, sospecha que dos vírgenes románicas, una talla gótica de San Miguel Arcángel, una estatua femenina del siglo XVI, un altar portátil de la misma época y dos pinturas del siglo XV pudieron salir de León.
Sobre las dos vírgenes románicas pesa la duda de si son las que regalaron a Franco el Ayuntamiento y la Diputación de Gerona en octubre de 1955.
Identificación
Valderas confía en la suerte y que, con la publicación de las imágenes, alguien pueda reconocer «alguna de las piezas desaparecidas en León en el período 1950-1980, en el que el comercio del arte religioso rayó con frecuencia la ilegalidad».
En las tres bibliotecas halladas en el pazo —la de Franco en la planta baja, la del despacho del primer piso, y la de Emilia Pardo Bazán, en la tercera planta de la Torre de la Quimera—, los funcionarios calculan que hay de 9.000 a 13.000 ejemplares.
Entre ellos podría encontrarse el valioso Manuscrito de Astorga, regalado por la Diputación de León al dictador en 1964. Es un tratado de pesca escrito en 1624 por Juan de Vergara; una joya bibliográfica de incalculable valor.
Los técnicos llaman la atención sobre el deterioro de los volúmenes de la torre, todavía fundidos o adheridos entre ellos a causa del incendio que sufrió Meirás en 1978.
Cabe la posibilidad de que el manuscrito leonés pereciera en aquel siniestro o que, al igual que otras obras de arte, haya sido vendido por la familia Franco o bien formaría parte de la herencia que se repartieron en su momento los nietos del dictador. Lo cierto es que hay huecos entre los volúmenes, libros colocados al revés y otros con el lomo roto...
Valderas ha reparado en la «llamativa la cantidad de volúmenes de los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX, que no son del fondo de Pardo Bazán.
Se diría que proceden de otra biblioteca antigua, concretamente parece la típica biblioteca de una casona burguesa de la España rural, que se agregó en algún momento a la del pazo», dice.
Recuerda que la familia de la esposa del dictador, Carmen Polo, era de la alta burguesía asturiana y que «a mediados del siglo XIX vivían en León, donde uno de ellos ejercía como profesor y abogado, de cuya esposa leonesa procede su parentesco con las familias Panero de Astorga y Torbado de León».
Hay una gran cantidad de obras muy bien encuadernadas, entre las que podría estar el Manuscrito de Astorga. Antes de regalárselo a Franco, la Diputación encargó su encuadernación en piel de serpiente al canónigo Saturnino Escudero, que estampó en la cubierta el título de Libro de pesca, grabado en oro.
Reclamación de las obras
Anticuarios, historiadores, varios museos y expertos en arte están analizando el inventario. De momento, se mantiene el pleito por las tres estatuas del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago; y Patrimonio Nacional reclama 60 piezas procedentes del Palacio de Oriente. Además, el Ministerio de Cultura está coordinando un «repaso» del contenido de Meirás por si tiene que reclamar algo o al menos colaborar en su catalogación científica.
Valderas explica que desde 2015 hay un inventario público de las obras de arte que fueron incautadas durante la Guerra Civil por ambos bandos, dirigido por los profesores de la Complutense Arturo Colorado Castellary e Isidro Moreno Sánchez, quienes aseguran que 6.000 obras de arte «sin reclamar» fueron dispersadas tras la contienda por instituciones de todo el país, como el castillo de la Mota en Medina del Campo, primera residencia oficial del jefe del Estado, «por lo que es probable que más obras fuesen poco después a Meirás con el mismo fin».
De ese lote procedería el célebre cuadro de La marquesa de Santa Cruz, de Goya, que Franco compró —aunque no hay pruebas de que lo pagara— para regalárselo a Hitler; finalmente vendido en 1947 en una transacción privada entre el dictador y el coleccionista Félix Fernández-Valdés.
A Valderas no le cuadra que «un edificio que tuvo uso público entre 1940 y 1975, no disponga de un inventario de bienes muebles». Piensa que lo hubo, ya que Patrimonio Nacional cedió muebles del Palacio de Oriente, libros de la Real Biblioteca, y tapicería del taller estatal De los Gremios, «en el que trabajaron como diseñadores dos hermanos leoneses, los Eguiagaray Senaregá.
No es frecuente que los funcionarios suelten objetos de la Administración, sin hacer al menos un listado», afirma. También piensa que puede haber documentos notariales de algunos bienes en los testamentos de Carmen Polo y de su hija Carmen Franco.
La Xunta y el Ayuntamiento de Sada discrepan sobre el futuro del pazo de Meirás. El abogado de la familia del dictador ha reclamado un acuerdo para que los bienes se queden a cambio de un «precio razonable», según declaró su abogado, algo que el Gobierno rechaza.
La Xunta quiere que convertir el pazo en un centro cultural a la memoria de Pardo Bazán, mientras el alcalde de Sada sostiene que «sin la referencia del franquismo, de lo que fue y representó la dictadura, y en particular del propio pazo como símbolo y resultado del franquismo, se estaría dando una interpretación parcial y fraudulenta del pazo de Meirás».