CORRIDA DE LA PRENSA
Sólo el magisterio de Ponce
La tradicional corrida de La Prensa madrileña, centenaria desde hace ya un par de años, está cogiendo un abolengo que en cierto modo le da más carácter de acto social que de acontecimiento taurino en sí. Al mexicano Cavazos se le respetó al final de su primera faena, en realidad un trasteo ficticio puesto que el toreo no fue tal. Manso y sin fuerzas, tambaleante en lo que duró su lidia, el de «Aldeanueva» fue una auténtica babosa. El manito no renunció sin embargo a pegarle pases, naturalmente sin ninguna emoción ni justificación. En el otro, con el que decía adiós definitivamente a Las Ventas y a la afición española, Cavazos, que dedicó un expresivo brindis a la plaza, tampoco pudo ser. El toro, que reculó en los dos primeros tercios, prueba inefable de su mansedumbre, en la muleta no llegó ni a las medias arrancadas. Y por mucho que quiso Cavazos, fue imposible. Ponce hizo lo mejor de la tarde, lo más auténtico, aunque el tendido no lo valoró en su justa medida. Su primer toro, que desde que salió se puso a la defensiva, no era fácil de entender. Sólo Ponce, con su buena técnica, fue capaz de doblegarle, a base de temple y de encontrarle el sitio justo. El astado con las manos por delante al inicio del muletazo y molesto calamocheo al final del mismo, acabó entregado. Fue mérito del torero, lo que se conoce por la difícil facilidad, para terminar toreando con mucho regusto. Ya en el otro no pudo ser, porque no «sirvió» el toro y porque la intransigencia de cierto sector del tendido tampoco le dejó. Abellán fue todo voluntad, aunque sus planteamientos no resultaran los más acertados. Quiso tanto con el capote en su primero que llegó a hacer dos quites, uno por gaoneras ceñidas y tropezadas y otro por chicuelinas. En realidad le sobraron los lances del segundo quite, pues el toro llegó muy exprimido al último tercio, un animal que había sido bravo pero que inevitablemente se tuvo que dar por vencido antes de tiempo. Abellán se llevó una espectacular voltereta al entrar a matar, con el toro esperándole y queriéndole quitar la espada. Pasó a la enfermería, pero por fortuna todo había quedado en el susto. En el sexto, un toro cornalón y complicado, que tiraba gañafones a diestro y siniestro, Abellán salió otra vez muy dispuesto, replicando a Cavazos un airoso quite con otro por chicuelinas. El astado, áspero, desarrolló también sentido en la muleta. Abellán estuvo ahí, aunque sin resolver faena.