OPINIÓN Verónica Viñas
Dos buenos compañeros
Ana Gaitero y Victoriano Crémer están entre mis favoritos. A Crémer le conozco desde siempre; quiero decir, desde que ingresé en las filas de este periódico -hace ya más tiempo del que me gustaría confesar-. Ana Gaitero también es de mi quinta -aunque ella se empeña en decir que dos años menos-. De ambos he aprendido y admiro esa energía, esa ilusión de empezar cada día frente a la pantalla del ordenador en blanco (el papel, en el caso de Crémer, que todavía no se ha informatizado). Victoriano tiene el mérito de ser un veterano que nunca ha perdido la frescura y, sobre todo, ese finísimo sentido del humor y una capacidad terriblemente crítica para ver el doblez de la noticia. Es el Pepito Grillo de este periódico. Siempre, el maestro. Imbatible, incansable, un prestidigitador de la palabra. Tiene todos los premios y reconocimientos, más años aún, pero sigue combatiendo en pos de ese ideal tan intangible como irreal al que llamamos, pese a todo, la verdad. Ana no es sólo una compañera. Es una amiga. Y en esta profesión, eso significa la periodista a la que puedes «exprimir», pedir reportajes a deshora y abusar hasta lo inimaginable. Pero ella tiene la gran virtud de ilusionarse con su trabajo. Ama los temas. Los trabaja, los suda... Duda, pregunta, busca, llama... Una labor que a los lectores puede pasarles desapercibida, pero que se refleja en cada sustantivo y en cada adjetivo que utiliza. Ella dice de sí misma que carece de espontaneidad, que todo lo que escribe es fruto de la reflexión. No importa, Ana. Al lector de un periódico, al igual que al de una novela, le interesa lo que se cuenta y cómo; no el esfuerzo o los sinsabores que ha pasado el autor para hacerlo. Por eso, hoy me he permitido la licencia de desvelar algunos de tus «secretillos». Detrás de la firma de Ana Gaitero hay una mujer entusiasta, que ama esta difícil profesión del periodismo.