Diario de León

El diestro granadino sólo se llevó una oreja en Las Ventas, exiguo premio a una faena que mereció la puerta grande

El Fandy estuvo sembrado

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Juan Miguel Núñez - MADRID.
León

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Madrid no se come a nadie. Al contrario, es infundada la mala fama que suelen dar en provincias al carácter de la capital. Las mismas exigencias del público de toros suelen acabar siendo complacencias cuando lo que se ofrece en el ruedo está lleno de sinceridad, de entrega y verdad. El problema de muchos toreros de estilos reñidos a veces con lo ortodoxo es que al llegar a Las Ventas tratan de despersonalizarse, pensando que lo que aquí gusta es solo lo clásico. Y nada más lejos de la realidad. El caso más evidente ha sido el de El Fandi, que hace un par de semanas, cuando vino a confirmar la alternativa, se mostró como quien es: torero de arrojo, de valor, de airosa variedad y de una encomiable sinceridad. En el tercero de la tarde, primero de su lote, El Fandi, que había puesto ya ambiente en la tarde en su turno de quites en el toro anterior, por gaoneras muy ceñidas, provocó los primeros olés en el saludo al suyo con los lances a la verónica, remate de media de rodillas y alegre serpentina. Abundó con un vistoso quite por navarras. Y con las banderillas ya fue el acabose. Un primer par de poder a poder y dos más del llamado «de la moviola», con el toro apretándole mientras él le ganaba el sprint al andarle hacia atrás, y ajustándose una barbaridad en el momento de clavar. Riesgo y emoción a raudales. Otro mérito añadido de El Fandi es que es uno de los pocos toreros especialista en el segundo tercio que ataca por los dos pitones. Tómese nota. El toro, que tuvo tranco y buen galope, descolgó en la apertura de rodillas y en una primera tanda por la derecha en la que hubo hilván y limpieza. A partir de ahí fue perdiendo gas, lo que no quiere decir que faltara ritmo a la faena, pues El Fandi se metió mucho con el animal. Hubiera abierto la Puerta Grande El Fandi puesto que en el sexto volvió con idéntica traca. Larga cambiada en el tercio, dos delantales muy ceñidos, la media y la revolera. Quite por chicuelinas. Y otro no va más con las banderillas: primero de poder a poder, después al violín, y un tercero citando de rodillas para clavar al quiebro y por dentro. Las palmas echaban humo. Podría decirse que hasta ahí tenía ya media oreja ganada. La otra mitad llegó por una faena de muleta de absoluta sinceridad, arrojo y talento. Apertura por bajo doblándose para domeñar al toro que tiraba el gañafón al final de cada muletazo. Y tandas de derecha a izquierda, muy encima, muy de verdad. El astado, al final, acobardado. El torero victorioso. Cortó la oreja pese a la mala colocación de la espada. El murciano Liria mostró dos caras, la de la absoluta capacidad y entrega en su primero, y otra más conservadora en el cuarto. Aquel que abrió plaza, toro incierto y violento más que incómodo, que estuvo muy pendiente del hombre y que le costó mucho pasar de las medias arrancadas, se tragó los muletazos por el aguante del torero. El animal no perdonaba errores, y ese fue le mérito de Liria, que estuvo en frente muy de verdad y le pegó pases muy emocionantes. En cambio, en el manso pero noble cuarto, aun con el defecto de que no rematara el toro los viajes puesto que salía casi siempre con la cara arriba, Liria estuvo algo acelerado y casi siempre en la pala del pitón, es decir, fuera del toro. No tuvo suerte Moreno con su lote. Escurrido, largo y acaballado su primero, que peleó en varas con mal estilo. En la muleta se descolocaba constantemente antes de echarse hacia adelante. Hizo el esfuerzo Moreno, arriesgó incluso más de lo que merecía el toro, aunque no terminó de armar faena.

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