Jordi Savall y Hesperion XXI trasladaron a un Auditorio lleno de público a la España del Siglo de Oro en un concierto memorable
Música «Reservata»
Acababa de llegar algo cansado de Salamanca, donde el día anterior había estrenado con toda pompa y boato, Sueños y Folías, la obra que ayer tarde volvería a subir al escenario del Auditorio de León para arrancar del público leonés una gran ovación. Un nuevo montaje en el que la música, la palabra y la acción se combinan para recrear el milagro de una España en la que convivían indistintamente tres culturas y religiones diferentes. Los versos arrebatados de Juan del Enzina y la prosa poética de un Cervantes lírico y costumbrista nos remontaron a esa Hesperia de pícaros y clérigos, moros y judíos, caballeros y señores para hacernos partícipes de sus inquietudes, sus cuitas y sus amores, en una suerte de fresco histórico en el que la música hace de leit-motiv a lo largo de las dos partes en las que está dividida Sueños y Folías. Para Josep María Mestres, director de escena, este es un espectáculo «vivo, completamente actual, que lo puede entender cualquier persona, porque se habla con el lenguaje del hombre de la calle de entonces y de ahora. Pienso que es un espectáculo en el que lo más hermoso de él es la música de la época apoyada en unos versos maravillosos y unos textos de dos de nuestros mejores escritores del Siglo de Oro». Su artífice y creador, Jordi Savall, no puede contener a penas la emoción cuando nos habla de esta idea que nació hace relativamente poco tiempo entre él y su mujer, Moserrat Figueras, y a la que han dado cuerpo y textura gracias a la impagable intervención de la Capella Real de Catalunya, a Hesperion XXI y a la labor de un director de escena como Josep María Mestres, «que ha conseguido hacer creíbles y vívidos un conjunto de cuadros costumbristas, de situaciones personales, con la ayuda de los romances de la época, las canciones, los villancicos y las danzas cantadas y bailadas por bailarines especializados en las danzas del siglo XV y XVI», dice Savall. El espectáculo que ayer pudieron contemplar los numerosos aficionados que llenaban generosamente el Auditorio fue una suerte de invención en el verdadero sentido de la palabra: el de recreación, puesto que allí hubo intención formal de reconstrucción, aunque la coreografía de Mestres y las interpretaciones de Hesperion XXI, con sus instrumentos de época sean, sobre todo, modernas. Viejas canciones y romances que aún se cantan, como la de las Morillas de Jaén, armonizadas por toda clase de músicos se fueron agregando a lo largo de los siglos transcurridos, haciendo desfilar ante el espectador ese sugestivo mundo ingenuo, pícaro y, por qué no, desvergonzado. La instrumentación de Hesperion es, a veces, dudosa, ya que usa arcos más modernos que los modelos de liras o vielas elegidos, para incorporar un arpa barroca junto a la medieval o un trombón de varas. Montserrat Figueras, que por una indisposición no cantó en directo y tuvo que ponerse una grabación de ella, adoleció como siempre de una mala dicción. Begoña Olavide (salterio) y Arianna Savall (arpa y canto) se desenvolvieron con solvencia al igual que los impagables bailarines y actores, a los que la puesta en escena de Mestres, evocadora y a veces anacrónica, les ayudó para hacer creíble el espectáculo.