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Toros de cuatro hierros diferentes y ninguno sirvió, desesperando al público

El Juli se encontró un ambiente hostil

Publicado por
Juan Miguel Núñez - MADRID.
León

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Toros de cuatro hierros diferentes, y ninguno sirvió, ayer en la madrileña plaza de Las Ventas, en una corrida marcada también por la desidia y el desinterés de los dos primeros espadas. Sacaron la cresta y cacarearon en seguida los que habían venido a maltratar a El Juli. El cuento de nunca acabar. Como casi siempre que vienen las figuras a Las Ventas por San Isidro. Traen toros en el límite de todo, y entre lo que rechazan los veterinarios previamente y lo que protesta después el público, termina lidiándose un verdadero galimatías. Aquello parece un concurso de mansos e inválidos, toros a cual más deslucido. Reventón en la taquilla al conjuro del Juli, que en definitiva fue quien tiró del cartel, y enorme decepción en el tendido. Gritos del respetable Lo peor es que no es la primera vez que ocurre... ni será la última. Sin duda, la gran contradicción de «la Fiesta». El público no dejó de protestar, con silbidos, palmas de tango, gritos de «¡fuera!» y reivindicaciones tan claras a coro como la de «¡too-ros!». Estuvo tan mal la cosa que los dos primeros espadas prefirieron tener la descortesía de no acercase al Rey para brindarle la muerte de sus respectivos primeros toros. En cambio, se armó de valor El Juli para dedicarle el suyo, reaccionando el tendido del «siete» con un rotundo «eso no se brinda» y la consiguiente pitada. Nadie se aclaraba, si no brindis malo, y si brindis peor. Con todo, hubo un toro que sirvió mucho, el primero, moviéndose mucho y humillado. Toro manso, eso si, pero muy apto hay que recalcar. Finito de Córdoba le dio pases de forma acelerada y sin hilván. Algún muletazo suelto valió la pena, pero fueron insuficientes. El conjunto no resultó. El cuarto blandeó mucho. Toro sin fuelle que a poco que se le obligó fue al suelo. Por arriba, punteaba. Y Finito se desanimó pronto con él. El primero del Califa fue tela de incómodo, y encima por su escasa presencia, apenas le dio importancia el tendido. Los «críticos» de siempre, habituales en el «siete», cambiaron los olés por miaus en los lances de recibo, y cuando tocaba salir a los picadores pidieron a voz en grito ponis en lugar de caballos. Una forma de ironizar sobre el denigrante espectáculo. El toro tendía a derrotar, con la cara por las nubes, y tampoco hizo el torero por corregirle el defecto. El Califa no se impuso No tuvo El Califa mejores intenciones en el quinto, que tomaba los engaños rebrincado y con la cara alta. El toro tendía también a derrotar, de forma que en un par de ocasiones dejó desarmado al torero. Este no se impuso en ningún momento. El Califa, sereno pese a haber sorteado uno de los peores lotes de San Isidro, dejó clara su voluntad. No hubo para más El Juli lo debió ver tan mal en su primero que ni se atrevió a tomar las banderillas. Por cierto, muy mal la cuadrilla, tanto el lidiador como los banderilleros. Después del comentado brindis al Rey, El Juli abrió faena de muleta con elegancia, mas no le dejaron entrar en profundidades. El «siete» no cejó en su protesta por la invalidez del toro, y la plaza acabó contagiándose con una absoluta desidia. El Juli trató de compensar con muchas ganas en el sexto toro, al que hizo un estimable quite por chicuelinas y puso banderillas también entre la complacencia del tendido. Pero no acompañó el astado en la muleta, noblón y, sobre todo, soso. Cada vez más parado, El Juli terminó sacándole los pases de uno en uno. En definitiva, faena con poco poso. La vigésimo cuarta de San Isidror, una corrida de esas para olvidar.