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Ángel Morillo afirma que los indígenas no eran «tan fieros» como los pintaron

«Augusto se hizo publicidad en Roma a costa de los astures»

León

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El emperador Augusto no tenía televisión para hacerse publicidad como el mejor gobernante después de acabar con la república. Pero supo utilizar bien a su ejército como un arma de propaganda para convencer a la elite romana de sus virtudes como «mejor» general frente a unos habitantes que se pintaron en las crónicas más fieros de lo que eran en realidad. El profesor Ángel Morillo Cerdán defendió ayer esta tesis al hablar de la estrategia y conquista del ejército romano en la Península Ibérica, conferencia pronunciada en el Instituto Leonés de Cultura dentro del ciclo El natalicio de las águilas con el que se conmemora el cumpleaños de la Legio VII Gemina. El ejército romano fue vigía del oro, ingeniero, arquitecto y habitante de las tierras del noroeste de Hispania durante cuatro siglos, el período más largo de permanencia de las tropas de Roma en la Península. Con el fin de la República y el inicio del Imperio, el papel del ejército no fue esencialmente conquistador; se convirtió entonces en «un elemento consustancial de la política administrativa» de la época imperial, afirmó ayer el profesor de la Universidad de León. Las fuentes de la época relatan las guerras cántabras como una epopeya del ejército romano frente a los fieros indígenas, cántabros y astures, y parece un hecho que el emperador Augusto desplegó en la península una maquinaria de guerra de miles de soldados. Morillo explicó ayer que tras de dos siglos de conquista en Hispania «sólo quedaban fuera de la órbita romana las regiones del noroeste, que constituían una auténtica frontera interior en el norte de la península». Cuando las tropas romanas penetran hacia sus montes ya tenían constancia de la existencia de riquísimos yacimientos auríferos y su extracción fue «capital durante varios siglos». Los romanos se acababan de «topar con el oro astur» cuando Augusto realiza la reforma monetaria del año 23 a. C. «Las guerras cántabras no fueron muy distintas a otras guerras, pero Augusto acaba de llegar al poder y necesita vender su papel como el mejor general» -subraya- así que los cronistas de la época «cargaban las tintas sobre la ferocidad y el salvajismo de los indígenas». «Augusto se hace publicidad como gobernante a costa de los astures y cántabros», añade y para ello no dudó en engrandecer la ferocidad del enemigo a batir enviando nada menos que siete legiones, «una gran maquinaria de guerra» con fines más propagandísticos que militares. El edicto de Augusto -un hallazgo excepcional encontrado en Bembibre- confirma que «no hubo una batalla campal contra los indígenas», sino una política de pactos y prebendas con los pueblos que controlaban los pasos a las montañas. «Pero ya antes de este hallazgo hay crónicas que hablan de traición -la famosa traición de los brigaecinos- y de pactos con Roma», precisa. Hay pueblos que se convierten en quinta columna en el territorio astur porque «Roma practica la política de divide y vencerás», una estrategia «muy hábilmente utilizada», en opinión de Ángel Morillo, y muy alejada del famoso dicho de que Roma no paga a traidores. Con todo, el puzzle de lo que fue la romanización de Hispania está todavía incompleto: la conquista de la zona trasmontana, la distribución de las fuerzas y cómo se desarrolló la conquista al norte de la cordillera siguen siendo importantes incógnitas de la romanización del noroeste. «Estamos empezando a conocer algunos campamentos de la zona de las montañas, en los pasos, pero no sabemos si lo que los romanos llaman pueblos astures y cántabros tienen una unidad étnica y cultural antes de su llegada o se la atribuye Roma», añade. La asociación Pro Monumenta conmemora con este ciclo el 1.934 aniversario del nacimiento de la Legio VII Gemina, la única legión que permanece en Hispania desde fines del siglo I d. C. y que, sin ser la primera que levanta campamento entre el Torío y el Bernesga, dio origen a la ciudad de León.