FERIA DE SAN ISIDRO
Dos grandes toros de Adolfo Martín
La segunda vuelta en el arrastre de la feria fue para un toro a medio camino entre la agresividad de la ganadería y el duro temple de su sangre de origen. Hubo, dentro de la corrida de Adolfo Martín, un quinto toro de mejor nota. Ambiente radicalmente torista en las Ventas. La corrida de Adolfo Martín empezó con un toro de vuelta al ruedo. Fuera para tanto o no, se la dieron. Toro de ganadero, de público y de torero. Muy por ese orden. Hechuras y conducta del encaste Saltillo. Veleto, cárdeno, cuajado. Pelea no completa pero seria en el caballo, diligente movilidad, brío, fijeza, embestidas humilladas, repeticiones si se le traía enganchado. Su gota de temperamento entreverado de fría nobleza. Sus problemas por la mano izquierda, adelantando siempre con aire de toro celoso. Su regularidad por la derecha, por donde descolgó y se vino sin romper del todo. Lucimiento generoso Menos que en días previos, el viento molestó y Zotoluco lució muy generosamente el toro en los medios y por las dos manos. Y en distancia. En corto, el toro no trabajaba. La faena, con sus cortes y sus baches, tuvo temple, ambición en una tanda en redondo de hasta siete ligados y los siete embarcados por delante. Lo bueno, sin embargo, no hizo cuerpo, porque mucha gente había tomado partido por el toro muy de antemano. Ni se dio peso a una excelente estocada hasta la mano cobrada al segundo viaje. Como guinda de un postre, la última arrancada del toro en ese embroque final fue formidable. Correoso, zapatillero, mirón, listo, muy geniudo y revoltoso, el otro toro del lote de Zolotuco fue de otra manera. Pero también tuvo sus partidarios. Fue toro alegre en el caballo, pero salió quebrado después de cobrar de manos del gran Efrén Acosta tres soberanos puyazo. Zotoluco resolvió y tapó los problemas del toro, que murió en tablas, sin sofoco. De menos a más El segundo de corrida fue toro muy de más a menos. Codicioso y vivaz de salida, de notable empleo y lucido por Padilla en el caballo y en banderillas, peleó sólo lo justo en la muleta. Muy poco. Con nobleza, pero con la cara a media altura y con gas menguante. Enfriado, el toro terminó revolviéndose. Dispuesto y resuelto, Padilla le buscó tranquilo las vueltas. Duró y dijo poco todo. El viento le provocó a Padilla mucha desconfianza en su segundo turno. Ese turno fue el de un toro de gran calidad. Sacudido de carnes, cornalón, degollado, fino de cabos, muy en tipo, este quinto salió metiendo la cara, apretó en varas y se durmió bajo el peto. Muy castigado, se vino arriba en banderillas. Ahí asomó el temple serio y noble que iba a estallar después en continuidad de embestidas y el morro por el suelo sobre todo por la mano izquierda. La faena de Padilla -muy justito gobierno, muleta retrasada- fue de simple oficio, larguísima, inadecuada. La protestaron los que con toda razón tomaron esta vez partido por el toro de Adolfo Martín. En el lote de Gómez Escorial no entró ningún toro de nota. Ni de ganadero, ni de torero ni de público. El tercero salió galopando, pero se fue de los engaños una vez en seguida, quiso lo imprescindible en el caballo y escarbó en cuanto se empezó a aburrir. Toro manejable en la muleta. Pero con una embestida apavada de escaso alcance. Decidido, Gómez Escorial anduvo suelto pero falló con la espada. El sexto pareció de otra corrida. Por todo: por irse del caballo, por la manera de emplearse en la muleta tan sosamente, por acabar hundido. Buen afán del torero madrileño. Y una buena estocada.