La gran corrida del año, la de Beneficencia, el mayor fiasco
No hay manera con la Corrida de Beneficencia madrileña, supuestamente la de más brillante abolengo de la temporada, que acaba inevitablemente en fiasco. Raras veces ha habido buenos resultados artísticos en la misma, siempre por los toros. Ayer, los de Núñez del Cuvillo fueron todo lo contrario de lo que se espera que sea el toro bravo. Blandos hasta la desesperación, mansos y descastados. Y para completar el cuadro, toreros desmotivados. Ni el mínimo esfuerzo en ninguno de los tres espadas. La gente se aburrió y hasta se desesperó. Habría que saber qué ganas le quedaron a cada espectador para volver a un espectáculo tan irrelevante. Caballero tuvo un primer astado tan noble como blando. Poca cosa, que no obstante sirvió para un elegante quite de José Tomás por chicuelinas y, ya en la muleta, una tanda de naturales con desmayo a cargo del albaceteño. El resto fue un simple paripé de faena, pues no hubo toro que la justificara como tal. El sobrero de María Lourdes Martín que hizo cuarto, manso y huido en los dos primeros tercios, tampoco colaboró lo suficiente en la muleta. Caballero trasteó con oficio y poco ánimo, según procedía. El primero de José Tomás se defendió mucho, incluso se caía, sin permitir que el torero se pudiera poner de verdad ni una sola vez. Por cierto que José Tomás se desanimó pronto ante las primeras protestas, y cortó por lo sano. El quinto fue el toro más molesto del encierro, defendiéndose por la falta de fuerzas y con genio. Pegó muchos cabezazos cuando le llevaba por arriba, y se vino al suelo al bajarle la mano. Esforzado y laborioso trasteo el de José Tomás, que, sin embargo, no fue suficiente para hacerse con el toro. Morante tuvo otro inválido también protestado. Las palmas de tango pidiendo la devolución del animal acompañaron el quehacer del torero. Morante estuvo rapidito, en tanto el toro se quedaba muy corto. El sexto no fue a la zaga de los anteriores, aunque a esas alturas de la corrida ya la gente estaba tan harta de protestar, que aceptó el bochornoso espectáculo con natural resignación. Morante se entretuvo en hacer proyectos de pases. Pero ni toro ni torero se pusieron de acuerdo. Ahora buscarán culpables. El único inocente, una vez más, el público.