Diario de León

La Sinfónica de Castilla y León y el Orfeó Catalá, bajo la dirección de Antoni Ros Marbá, interpretarán esta noche en el Auditorio el «Réquiem»

Mozart, siempre Mozart

Una de las obras cumbres de la cultura occidental, el Réquiem en Re Menor junto a la carismática Sinf

El director Ros Marbá pondrá esta noche en el atril obras de Mozart

El director Ros Marbá pondrá esta noche en el atril obras de Mozart

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Miguel Ángel Nepomuceno - LEÓN.
León

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La Orquesta Sinfónica de Castilla y León, el mítico Orfeó Catalá y las voces de cuatro solistas de excepción, como la mezzosoprano Lola Casariego, la soprano Marta Almajano, el tenor Francesc Garrigosa y el bajo Carlos López, pondrán digno colofón al primer ciclo de conciertos del recién estrenado Auditorio que comenzó el 3 de mayo con el tenor José Carreras. Aunque ambas obras han sido escuchadas en León en diversas ocasiones, nunca antes lo habían sido con el elenco vocal, orquestal y coral que hoy se presenta, al cual hay que añadir la siempre gratificante presencia de un conductor de la talla de Ros Marbá, que ha dictado y dicta lecciones del mejor arte directorial de cuantos se pueden disfrutar en estos momentos en el mundo. Dos obras de reclinatorio como el Réquiem y la Sinfonía nº 40 del salzburgués cierran un primer ciclo de conciertos variopinto en el que la variedad proliferó sobre la calidad. La belleza del dolor La hermosura y refinamiento de la Sinfonía 40 contrasta con la honda reflexión de un hombre ante su Creador en el Réquiem. El desgarro y el arrepentimiento inundan esta partitura que, aunque inconclusa, posee toda la sinceridad de quien se sabe amado, odiado y admirado. Sobrecogedor testamento que trajo a Mozart por la calle de la amargura durante las escasas semanas dedicadas a su conclusión. Premonitorio final de quien es conocedor de su fin inminente y la lucha agónica por arrebatar a la muerte unos segundos más para alcanzar el arrepentimiento y la gloria. Sensibilidad y belleza dos cualidades que le sobran a la obra y que pocos directores pueden permitirse el lujo de decir que la traducen con un mínimo de inteligencia. No sucede así con Ros Marbá, este catalán nacido en Barcelona que realizó su formación en el Conservatorio Superior de Música de aquella ciudad y estudió dirección orquestal con Eduard Toldrá en Barcelona, con Sergiu Celebidache en la Academia Chiggiana de Siena y con Jean Martinon en Dusseldorf, donde le otorgan el Primer Premio de Fin de Curso por su pulcra y cuidada labor. Un maestro de maestros que ha sido director titular de la Orquesta de Radio Televisión Española, de la Ciutat de Barcelona, de la Nacional de España entre otras, y ha sido también director principal invitado de la Orquesta de Cámara Holandesa, habiendo dirigido la orquesta Filarmónica de Berlín por invitación expresa de H. Karajan y que cuenta con varios premios internacionales en su extensa y rica discografía. Elegante, parsimonioso en el hablar y expresivo en el verbo, Ros Marbá es un conversador ameno, culto y sincero que descubre en cada frase, en cada pensamiento, ese desmesurado amor hacia un arte al que hay que entregarlo todo si no se quiere entrar en la categoría de los mediocres. «En las orquestas hay músicos, instrumentistas y tocadores. Y eso creo que ocurre en todas las orquestas del mundo, incluyendo Berlín o Viena, y cuando uno interpreta Mozart es muy difícil. No sólo es el estilo, hay un aspecto a la hora de tocar y es el background cultural de cada uno». Si no se conoce la época, la tradición, lo aprendido hasta ahora, por ejemplo, cómo se tocaba a Mozart en la época romántica o a principios del siglo XX, y además, si no tenemos en cuenta los resultados de las investigaciones... El cómo se interpreta a Mozart es muy complicado de resumir y no sólo teóricamente, pero para mí los aspectos fundamentales son la cultura, la época, los instrumentos, las sonoridades... todo eso influye». Defensor a ultranza del mal llamado género chico piensa que todo lo español levanta curiosidad en el público extranjero. «Se llama género chico por la longitud de las obras, por su duración, no porque sea un género inferior... Pienso que la zarzuela en particular ha sido un género muy maltratado y cuando de pronto se ponen las cosas en su sitio se descubre que es un género que, como en cualquier otro, encontramos obras muy buenas y obras que no lo son tanto. En esto influyen también las interpretaciones, la manera de tocar, los cantantes... y si todo esto es bueno podemos descubrir que aquello que parecía a priori de poca calidad se convierte en un género en el que hay obras maestras, en el que hay verdaderas joyas». Enemigo de la rutina, porque acaba con las ideas, encuentra algo bueno en ella «y es que puedes profundizar más y mejor, pero eso no debe llevarte a la repetición a hacer siempre lo mismo, ese es el problema, se puede caer en la tentación, en hacer el trabajo rutinariamente y esto es lo peor para cualquier artista, esto es lo que detesto completamente». La honestidad en el trabajo de la que siempre ha hecho gala le llevó en 1978 a que el dios Karajan le invitase personalmente a dirigir la Filarmónica de Berlín, su intocable orquesta, lo que le proporcionó el espaldarazo definitivo. «Fue muy importante para mí, pero no es la cúspide de un músico. La carrera de un músico no termina nunca, está en constante movimiento... como en la vida de cualquier persona que se plantea ir subiendo peldaños. Si te quedas en bueno, ya he dirigido a la Filarmónica de Berlín, ya está... te anquilosas y mueres artísticamente. Quedan muchas otras de primera categoría que espero seguir dirigiendo. Creo que si tienes un espíritu joven y al mismo tiempo vas buscando, si tienes curiosidad por la vida, por lo que estás haciendo, estarás en constante desarrollo».

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