La actuación de la Sinfónica de Castilla y León y el Orfeó Catalá cerró anoche la pretemporada de conciertos en el Auditorio
La brillantez de Ros Marbá
Lleno a rebosar en el Auditorio y una cerrada salva de aplausos para recibir a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, al Orfeó Catalá y a los solistas Lola Casariego, Marta Almajano, Francesc Garrigosa y Carlos López, todos ellos a las órdenes del director catalán Antoni Ros Marbá quienes en la noche de ayer pusieron en atril la Sinfonía nº 40 y el Réquiem, de Mozart. No es frecuente por estos pagos tener la oportunidad de escuchar dos obras como las que ayer nos ofrecieron los intérpretes arriba mencionados y mucho menos con la calidad, el rigor y la pulcritud exhibida. Fue un programa de los que crean afición y acrecienta la que ya se tiene. Ros Marbá demostró en todo momento la clase de director que es, no así la Sinfónica de la comunidad, desdibujada totalmente en el primer y en el segundo movimientos. Ros Marbá estuvo sobrio, atento; puntilloso hasta lo indecible su forma de atacar el Allegro molto de la Sinfonía 40, dejó claro que lo que íbamos a escuchar era algo muy diferente a las versiones manidas a las que nos tienen acostumbrados algunos directores de última hornada. Con Marbá el tempo es el correcto, el fraseo el justo y la diferenciación de los planos dinámicos el apropiado. Aunque la orquesta comunitaria no está pasando precisamente por uno de sus mejores momentos, sin embargo mantuvo un perfecto ajuste entre las diferentes secciones especialmente la cuerda, que resaltó por encima de las restantes. Marbá le imprimió un ritmo vivo, lacerante, nunca embarullado, en algunos momentos clarividente para regalarnos un Andante preciosista y muy bien articulado en las violas, que se hizo extensivo a los bajos los cuales sostuvieron el obsesivo tema unos instantes para dejarlo caer con elegancia en la madera que hizo con él un dibujo de gran delicadeza. El minueto fue como verdaderamente indica la partitura, sin esa ferocidad que algunos maestros le imprimen y utilizó el contrapunto con empaque y sobriedad. El Allegro Assai, rezumó brillantez, algo consustancial al director catalán que supo imprimir a la formación castellano y leonesa todo el vigor y sutileza que encierra el primer tema de este subyugante movimiento. El finale de un trágico angustioso pero sin atisbos de resignación, fue determinante para definir la extraordinaria calidad y el apabullante dominio del idioma que Ros Marbá atesora. La segunda parte fue íntegramente dedicada al Réquiem, esa sublime misa de difuntos que no por estar inconclusa carece de toda la carga emocional y sobrecogedora angustia que Mozart quiso otorgarle. La lectura que Marbá hizo de esta sublime obra, apoyado en ese impagable Orfeó Catalá que Josep Vilá ha cincelado con la paciencia y la pulcritud de un orfebre, fueron determinantes para que lo escuchado pusiera al respetable al borde mismo de la emoción más profunda. A ello contribuyó de igual manera el extraordinario elenco vocal que lo arropó y que tuvo a lo largo de la obra momentos de extraordinaria belleza y contenido dramatismo. Sirviéndose de una irregular Orquesta de Castilla y León que modeló lo mejor que pudo y un coro en estado de gracia, Ros Marbá destapó su frasco de las esencias para hacer una lectura clarividente, afinada y matizada hasta lo indecible, destacando los sutiles contrastes que desde ese Kyrie sollozante hasta ese Sanctus evanescente reflejaron toda la tremenda y desoladora belleza del dolor. Fin de la pretemporada Un Réquiem glorioso para cerrar con buen sabor este programa inaugural del Auditorio. Con este concierto el Auditorio clausuró anoche la pretemporada, con el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, como espectador de honor, acompañado del alcalde, Mario Amilivia, y del subdelegado del Gobierno, Víctor Núñez. La nueva temporada se inaugurará el 4 de octubre con el concierto inaugural, al que esta previsto que asista la Reina Doña Sofía. En principio, será también la Orquesta Sinfónica de Castilla y León la encargada de abrir la programación otoñal.