Diario de León

«San Isidoro, doctor hispaniae» presenta en el claustro de la colegiata 60 piezas clave del arte visigodo

El pedagogo de Europa

Isidoro de Sevilla y de León, o de León y de Sevilla, resurgió ayer de su tiempo -los siglos VI y VII- del arte, la arquitectura y la escri

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Ana Gaitero - LEÓN.
León

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«San Isidoro ha sido la figura intelectual más importante de Europa y no ha tenido competidor», recalcó ayer el abad Antonio Viñayo poco antes de inaugurar la exposición San Isidoro, doctor hispaniae. De un hombre, sabio y santo, de quien se desconoce dónde nació (Cartagena y Sevilla se disputan su cuna y por eso también son sede de la misma exposición) y cuándo (se cree que hacia el año 570), todo es luz y escritura (se conservan mil códices y se cree que hubo dispersos hasta 10.000) a partir del año 601, cuando sucede a su hermano Leandro como obispo hispaliense. Entonces se da cuenta -explicó ayer Antonio Viñayo- que «tenía un clero que apenas sabía leer y en lugar de dedicarse a escribir poesía, que también sabía, se dedicó a su enciclopedia». Sus Etimologías recogieron todo el saber de la Antigüedad y sirvieron de fuente del saber para Europa entera. «Esa enciclopedia influyó en toda Europa de tal manera que se ha dicho que es el pedagogo de Europa», dijo el abad. «Y tendría que ser su patrón», añadió sin disimular su convicción de que Isidoro ya habría alcanzado el trono de los Quince de haber nacido «más al oriente, en Italia». La exposición que se inauguró ayer por la tarde en el claustro de la Colegiata de San Isidoro viene de Sevilla, donde se abrió en abril, y partirá el 15 de septiembre, último día de la muestra en León, a la ciudad murciana de Cartagena. Las tres ciudades tienen vínculos con Isidoro: en Cartagena están sus orígenes familiares, aunque no hay pruebas de que Isidoro naciera allí; en Sevilla fue obispo y allí murió en el año 636. En el 1063 sus reliquias fueron trasladadas a León por el rey Fernando I como parte de un botín de guerra; o de paz, según se mire. «Fernando I penetró en tierras de la Bética -explica el comisario Julián González- y el taifa de Sevilla, Almutaid se presentó al monarca leonés pidiéndole la paz». Fernando impuso como tributo a la tregua la entrega de las reliquias de la mártir romana Santa Justa. La embajada de Alvito y Ordoño, obispos de León y Astorga, encargados por el monarca de la misión acabó cargando con las reliquias de Isidoro. Cuenta la tradición que fue el santo -aunque entonces aún no lo era, puesto que le canonizaron en 1598- quien se apareció en sueños a Alvito y «le pidió venir a León», indicó el abad, terciando entre la leyenda y la realidad, puesto que, como reconoció más adelante, «San Isidoro también vino por razones políticas». Fernando y Sancha «querían competir con todos los reyes de Europa y hacer aquí una basílica» que quería enriquecer con reliquias. De hecho, su llegada a León supuso la inauguración de San Juan Baustista (a partir de entonces San Isidoro) con unas fiestas memorables para la ciudad. Isidoro era entonces un auténtico oráculo del saber y en los scriptorium se copiaron sus obras con un ardor sólo equiparable al que mostraban los escribanos al reproducir la Biblia. «El mundo vivió durante siglos de l''ardente spirito de d''Isidoro, como cantara Dante», indicó el comisario de la muestra, el leonés Julián González, catedrático de Filología Latina en la Universidad de Sevilla. «Si pinchan en Internet verán que Isidoro tiene 16.000 entradas», indicó el abad tras reseñar que el sabio ha alcanzado el siglo XXI no sólo como patrón de la Universidad de León, sino también como el antecendente de «la manera de almacenar la sabidurías» que han adoptado los sistemas informáticos. Por ello, la feria de las nuevas tecnologías de la información, Simo, le dedicó una de sus últimas exposiciones y es el patrón de los informáticos. La muestra arranca de los siglos VI y VII, época en la que se produce el asentamiento definitivo de los visigodos en España, y sitúa a los visitantes en ese tiempo isidoriano a través de la arquitectura eclesial, la más emblemática de la nueva civilización. Pilastras, nichos y cruces de brazos iguales, mármoles de San Juan de Baños (de Museo Romano de Mérida) ilustran este apartado. En la capilla de los Castañones se entra en el mundo de la epigrafía visigoda, muy especial por sus rasgos paleográficos y gramaticales y sobre todo por su datación hispánica (empieza en el

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