Danzar en el desierto

Un paso adelante; el de la confirmación para el Centro Coreográfico con La mujer de la arena que se estrena hoy a las 20.30 horas en el Auditorio Ciudad de León. El precio será de seis euros y la creación de esta obra está incluida en los actos organizados por la conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Gaudí. La representación también podrá verse mañana, a la misma hora, para después viajar a Barcelona, donde también será representada. La obra del japonés Hiroshi Teshigahara fue llevada al cine en 1963, pero ahora, el centro leonés ha convertido a la danza en el vehículo capaz de narrar la lucha titánica de los protagonistas contra la arena. Bajo la dirección de Alfonso Ordóñez, el argumento se desarrolla mezclando diferentes lenguajes artísticos, como la coreografía, dirigida por Bárbara García, la escenografía, de Amancio González, y el vestuario, de Esther Calzado. El argumento cuenta la historia de un entomólogo que queda atrapado en un extraño desierto. Después de caminar, llega a una aldea desconectada del resto del mundo. Allí, comienza a establecer diferentes relaciones con sus ciudadanos, en especial, con un mujer. Así se desvelan varios sentimientos, como la soledad. Las dos actrices principales tienen una amplia trayectoria profesional. Rachel Brooker, una estadounidense de 25 años, y la donostiarra Bárbara García, de 26 años. Bajo la dirección de Ordóñez vuelven a colaborar juntas, como ya hicieran en la coreografía Knistern. El japonés Hiroshi Kobayashi es el tercer protagonista de La mujer de la arena, su interpretación se centra en el aspecto musical. Un elemento muy importante en el eje de la obra. Las partituras han sido creadas por el músico catalán Josep Sanou. La cultura oriental que reina en el espectáculo está presente en ideas como «el camino por la arena es una travesía en silencio», que aparece en el primer fragmento de la historia o «habitar en la arena es alojarse fuera del tiempo y el espacio». El elemento de la naturaleza es aquello que organiza la acción de los protagonistas. Según la tradición japonesa «hay un punto en el que la playa es la muerte», como cuenta la historia, es ahí donde la sombra es más lenta. Guiadas por la música, las actrices demuestran la lucha contra ella, contra mínimas partículas que, unidas, ofrecen una fuerte resistencia. La obra tiene verdaderos matices oníricos y aspectos enigmáticos para captar la atención del espectador que se verá seducido por la danza y la música.