El Festival Celta «Reinu de Llión» ofreció ayer a los leoneses la veteranía del conjunto cántabro Luétiga y la magia del acordeonista vasco Kepa Junkera
El espíritu del Cantábrico
Muy familiares para los aficionados leoneses a las músicas de raíz pero quizá algo más desconocidos para el gran público, los componentes de Luétiga llevan ya más de quince años embarcados en un apasionante viaje de recopilación y modernización de la música cántabra. Ayer en la plaza Mayor leonesa desgranaron un buen número de temas propios y tradicionales, arreglados y aderezados con la vivacidad de las sintonías atlánticas. Canciones ya míticas para los montañeses de entre Unquera y Castro Urdiales como Nel el Vieju, Ya no van los mozos o Panceaos lebaniegos pudieron escucharse ayer para deleite de los cientos de personas congregadas y como ejemplo del enorme valor cultural y reivindicativo que a veces adquiere un simple conjunto musical para una región concreta, en este caso Cantabria. Así, muchos de sus temas están cantados en un valiente dialecto cántabro y en ellos vibra de manera bien clara la querencia por una tierra y la necesidad de dignificación que precisan todos los pueblos. De hecho, el grupo surgió en 1986 ante el temor de que toda una tradición musical quedara sumergida en el olvido, sin posibilidad de enlace con las nuevas generaciones. El trabajo y el sonido de esta banda hace que también los leoneses sientan la necesidad de contar con un grupo análogo a éste. Tras ellos actuó un viejo conocido del público leonés, el vizcaíno Kepa Junkera, quien se volvió a convertir en la máxima atracción de un festival de música celta y folk. También ha sucedido así en esta segunda edición del Reinu de Llión. Su nombre destacaba de entre el resto de participantes -todos ellos, no obstante, de gran calidad-, y el extraordinario poder de convocatoria que encierra el fuelle de su trikitixa (acordeón diatónico) volvió a fascinar a los leoneses haciendo que se doblara el número de personas reunidas ayer en la plaza Mayor. El vital, dinámico, vigoroso sonido de su instrumento, con quien comparte una palpable e inusitada comunicación, pulsó el sentido del ritmo y las fibras de todos los espectadores, haciéndoles saltar con su endemoniado sonido. Una alegría que rememora las fiestas populares de Euskadi pero también las notas del Mar Negro, Cuba o Galicia, fusión que preside muchos de los temas de su último disco, Maren, del que procedió la mayoría de los temas interpretados. Actuaciones de calidad para un festival que se afianza.