La galería Sardón muestra la obra del conquense Miguel Ángel Moset
Colores al final del laberinto
En la pintura de Miguel Ángel Moset (Cuenca, 1953) la realidad se evapora lentamente bajo el influjo del poderoso fuego de la investigación, de la búsqueda. Solamente el frágil asidero de un tenue hilo le impide caer definitivamente en el mar de la abstracción. En sus cuadros el color vence a la forma que se pierde en el abismo del tiempo, el gesto a la inercia de lo concreto, mientras resplandece en sus colores la inocencia del arte por el arte. «La pintura -comenta- es una extensión de su propia personalidad, un intento de traducir a colores y formas el mundo que le rodea.». Moset nos habla del momento actual de su trabajo, aunque piensa que para él es muy difícil traducir a palabras su idioma pictórico. «Mi trabajo está protagonizado por el color, mis cuadros son espacios de color. Me mantengo dentro de la figuración, pero como cuestión compositiva o de humanización de la obra. Se puede decir que cualquier tema me vale, en este caso es el paisaje del que me sirvo para humanizar un poco ese espacio de color, pero indiscutiblemente mis cuadros no son el retrato de un paisaje concreto. Me manejo en un mundo situado entre el color y el recuerdo». Sin duda el Museo de Arte Abstracto de Cuenca tiene una poderosa influencia en los artistas conquenses. «Yo creo que sí, sobre todo en los de una generación como la mía. Todos los pintores que vivieron en Cuenca y con los que de alguna manera hemos convivido, nos influyeron muchísimo». Pintar es para mí es como respirar, todo lo que hago acaba traduciéndose de alguna manera al color y la forma, como un proceso evolutivo de mi propio pensamiento. La vida del pintor es un movimiento continuo sin punto de partida, es un horizonte ilimitado de búsqueda. Como dijo alguien: yo no busco, encuentro». Hablando del futuro de su obra Moset manifiesta su ignorancia. «No me lo planteo, los cambios te los va pidiendo el proceso evolutivo de cada uno. Estoy muy obsesionado con la racionalización del caos, el ordenamiento y la búsqueda del punto humanístico. Trabajo en lo que yo llamo laberintos, esa confusión de cada individuo~. En el fondo, la vida es un auténtico laberinto. Trabajo con esos conceptos, pero sin plantearme dónde puedo llegar».