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Libros

Catarsis de Ramón Díez en ‘La muerte distinta’

El nuevo libro del músico, escritor y fotógrafo leonés se mueve entre el desenlace liberador sin renunciar al pasado

Autorretrato de Ramón Díez, que también fue bajista de Los Flechazos y lanza ahora su tercer libro titulado ‘La muerte distinta’. R. D.

León

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Ramón Díez es músico, escritor y fotógrafo. Y su orden está en el propio desorden, aunque lo primero fue antes, lo de músico. Oyéndole o viéndole tocar, de todo y bien, se diría que posee el oído absoluto. Ahora lanza un libro catarsis que es el resultado de las catástrofes que construyen todas las vidas. La muerte distinta , una publicación que es fotografía y texto, relato y ficción, es el desenlace, que no el final, sino un principio casi promesa. Pero resulta que este leonés que no vive en León, algo prófugo de sí mismo siempre, ha encontrado en el libro una ventana creativa. Si ahora ha venido a hablar de su libro último, antes dejó dos muestras de versatilidad creativa: Cuentines y El viaje .

«Escribir tiene la ventaja de que tú creas el escenario. Eres el director, el ayudante, el que te trae los cafés... Los actores pueden meterse tanto en su papel que, algunas veces, creen que es su realidad. Todos actuamos en mayor o menor medida. Por eso la ficción y la no ficción van de la mano. Desenlazarme, en este libro, era necesario. Soltar mochila. Una catarsis», afirma sobre lo que sería el kilómetro cero de su nuevo artefacto literario y que se puede adquirir en Internet.

La fotografía se cruzó en su camino y se la quedó para siempre: «Como dice Bernard Plossu, intento que sean ellas las que me miren a mí, no yo a ellas. En el fondo, este libro es una historia de imágenes con algunos apuntes», asegura respecto a la interpelación intrínseca que tiene toda instantánea.

Y en esa mezcla puede que el hallazgo de Ramón Díez, que fuera bajista de Los Flechazos, que fundara Los Parsones y un tándem infalible con Mario Álvarez, es la creación al margen de itinerarios y encasillamientos: «Hace un tiempo descubrí a un autor que me dejó (y me mantiene) fascinado: Gonçalo M. Tavares. Él dice: Mi idea es que una frase es un espacio entre dos puntos y a la vez es una responsabilidad. Hay que ocupar ese espacio de forma responsable. Yo solo abro una frase si tengo algo que decir y si es así intento decirlo lo más rápidamente posible y callarme...», cita, y añade: «Este escritor me ha ayudado mucho. Me ha liberado. Me ha quitado el peso de encasillarme en relatos, novelas, aforismos... Ya no estoy atado a un formato», explica.

«Intento que las fotografías se lean, estoy aprendiendo a escribirlas. La fotografía es un lenguaje que puede ser claro o difícil, igual que un cuento, una canción. Pero la imagen y lo escrito tienen que dejar al lector la posibilidad de crearse una historia paralela; su propia visión», añade.

Pero la otra gran potencia de este creador puede que sea la hipersensibilidad, asunto que a veces resulta dañino para el propio protagonista. Y entonces, el único remedio que le ha de ocupar es el de entenderse o asumirse. Puede que en ello esté. «Todo lo que escribo viene de lo vivido, de lo prestado de la vida de los demás, de lo que me devuelven o me quitan. La muerte distinta tiene un final claro que no me importa desvelar: una persona elige morir y la otra no, pero de alguna manera, muere. La historia principal es un pasado que se vuelve presente, que no se mueve. Mi forma de liberarme (cada día estoy más seguro) es soltando. Escribiendo, componiendo, fotografiando. Dejar espacio para lo nuevo. Para seguir aprendiendo», relata. Ángel Díez, su hermano, es el más indicado para definir este artefacto: «Fotografía y palabra se ofrecen al lector como dos caminos posibles. Dos caminos a veces paralelos, a veces cruzados».