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Erik el belga ofrece gratis sus pinturas góticas a todas aquellas iglesias, conventos y ermitas de la provincia leonesa que sufrieron su saqueo

De ladrón a mecenas

León

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Su nombre no ha podido ser olvidado en León. Fue durante décadas una auténtica maldición. Erik van den Verghe, el belga, uno de los más famosos ladrones de arte del mundo, que expolió impunemente decenas de capillas y ermitas de la provincia leonesa, sobre todo aquellas que poseían tallas góticas, intenta ahora reconciliarse con la Iglesia desde su refugio malagueño. Pintor especializado en imágenes de vírgenes góticas, ofrece sus servicios gratuitamente a todas aquellas órdenes, conventos y sacerdotes de León que demanden sus obras. Estos días ha insertado un anuncio en este periódico para contactar «con el matrimonio coleccionista (el esposo doctor en medicina) que me visitó en mi estudio el pasado verano y que adquirió tres ángeles góticos». Según Nuria, su mujer, Erik el belga sólo desea saber si les gustó el cuadro que les hizo por encargo. «Una cuestión de vanidad», dicen. El ex ladrón, muy delicado de salud, ya que padece insuficiencia respiratoria y está prácticamente ciego -sufre retinopatía diabética-, ha dado un giro radical a su vida. De militar y saqueador de iglesias a devoto católico. Próximo a los postulados del Opus Dei, Van den Verghe ha pintado un cuadro con la Virgen Negra de Torreciudad, ha donado un cuadro a la catedral de Roda de Isábena y varios lienzos a unas monjas de Nerja para que los subasten a través de Internet y puedan financiar un centro para enfermos de alzheimer. Actualmente está confeccionando un estandarte para una cofradía de pescadores. Todo ello, según su esposa, de forma altruista, ya que la mitad de lo que pinta lo destina a la Iglesia. Después de tres años de prisión preventiva y casi veinte «reinsertado», el ex ladrón afirma que la vista se le aclara cuando hace pinturas religiosas, porque antes de comenzar cada cuadro se encomienda a monseñor Escrivá. Explica su mujer que Erik el Belga, debido a su estado de salud, está asustado, y ese temor le ha llevado a un profundo grado de espiritualidad. Operado más de una docena de veces de la vista, su oído se ha afinado tanto que ha dejado de pintar sobre lienzo, porque le molesta el ruido del pincel; de ahí que prefiera superficies como el cobre o la tabla. Tras el robo de la patrona de Cúllar -la Virgen de la Cabeza- se ofreció a pintarla a tamaño natural y el día de la fiesta el cuadro fue procesionado por el pueblo con un nuevo manto sobre el cuadro. Erik llegó incluso a ofrecer al ladrón que pusiera precio a la talla -cuyo valor es fundamentalmente sentimental- y a cambio él lo pagaría en cuadros suyos; pero nunca obtuvo respuesta. En León, donde su nombre aún resuena como una pesadilla en decenas de pueblos que perdieron sus más valiosas tallas religiosas, nadie se ha interesado por la nueva faceta del ex ladrón, aún cuando Erik el belga desearía colgar algunas de sus vírgenes en las iglesias que asaltó en otra época. De momento, su largo historial de robos se impone al de pintor, a pesar de ser tan hábil con los pinceles que fácilmente podría «plagiar» la obra de cualquiera de los pintores flamencos -sus favoritos-.

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