Fados de Lisboa, música para despertar los sentidos

El olvido y la memoria o cómo una canción puede surtir el efecto de la magdalena proustiana y evocar los sentimientos más ancestrales del hombre. Esto fue lo que ayer noche sucedió escuchando las maravillosas melodías del Fado de Lisboa -que hoy hacen bis en el Auditorio del Conservatorio de Astorga-, un deambular por las esquinas de los recuerdos para encontrarse al final con uno mismo. La saudade, el destino, la suerte y todo lo que la palabra fado significa fue diseccionado de forma conclusiva por este grupo a las órdenes de Torre da Guía, un aventurero de la canción que supo como nadie extraer con sus melodías todo el apego a los tiempos y a las personas que quedaron distantes. Incendiarios del amor que se complacen en la distancia, en la ausencia, en la imposibilidad de realización, en la autodestrucción. Esto fue lo que este grupo desveló con sus fados, el sentimiento poético y la expresión más popular por este «gusto de ser tristes», que no es ni fue otra cosa que un lamento entrecortado de sollozos. Auditorio estremecido al ser habitado por tanta tristeza pero con el convencimiento que lo que se estaba escuchando calaba hondo en las entrañas porque formaba parte de algo consustancial a la persona, los recuerdos, las vivencias que arropadas por una música igual de pegadiza dejaban desarmado al oyente. El recital fue un auténtico placer para los sentidos y un chasquido para el alma.