Cerrar

Restos extraordinarios

Los secretos de San Isidoro obligan a rediseñar el museo

La aparición de vestigios tanto de la colegiata original como romanos han obligado a rediseñar por completo el futuro Museo de San Isidoro. La pandemia y el cambio de planes han retrasado las obras y encarecido en 400.000 euros el proyecto inicial.

El Museo de San Isidoro que lleva más de un año en obras y que ha sufrido retrasos por los hallazgos arqueológicos que han aparecido. FERNANDO OTERO

León

Creado:

Actualizado:

La historia pasa factura a San Isidoro. Suelos y paredes encerraban ‘secretos’ que han salido a la luz durante las obras de reforma del museo. Vestigios que aportan nuevos datos sobre la joya del románico y que han obligado a rediseñar el proyecto inicial al arquitecto Juan Pablo Rodríguez Frade, autor de la renovación del Museo Arqueológico Nacional. Todos los vestigios se van a preservar visibles.

La Fundación Montemadrid, que sufraga con dos millones la ampliación del Museo de San Isidoro, reconoce que «ha habido que asumir partidas que no estaban contempladas inicialmente, relacionadas con la investigación arqueológica». Las mismas fuentes aseguran que los incrementos presupuestarios de la obra son asumidos íntegramente por el Cabildo, que había comprometido 500.000 euros y que, finalmente, deberá afrontar gastos extras por importe de otros 400.000. Una cantidad que también engloba los gastos derivados de la paralización de los trabajos como consecuencia del coronavirus. «Hubo que parar dos semanas por el confinamiento de la primavera del año pasado y la actividad del resto del año ha sufrido la lógica ralentización de los trabajos que cualquier empresa sufre en estos tiempos por retrasos de proveedores y confinamientos preventivos de miembros del equipo», explican desde la Fundación Montemadrid. Las obras tenían que haber terminado en verano, pero, de momento, no hay fecha.

El sobrecoste

El Cabildo tenía previsto aportar 500.000 euros, pero deberá añadir otros 400.000 euros más

La investigación arqueológica y la restauración de los hallazgos exhumados —que impedían hasta su finalización dar continuidad a otras obras— «ha llevado mucho tiempo de trabajo de campo y trámites administrativos, amén de significar, en muchos casos, repensar todo el proyecto inicial, que ha habido que modificar en función de lo hallado», añade la fundación, que estima concluir la reforma antes de acabar la primavera.

El abad de San Isidoro, Francisco Rodríguez Llamazares, no quiere hablar de plazos ni dinero. Solo afirma que el edificio «ha dado una vuelta en pocos años». En su opinión, las obras llevan un ritmo y no se pueden «acelerar». Pide «respeto a un patrimonio tan sagrado» y agradece que «se derroche todo el talento» en solventar una reforma tan compleja como la del museo. La Junta declina opinar sobre los retrasos y el sobrecoste de la obra, alegando que el tema «concierne al Cabildo, como titular del bien».

Cuando finalice la reforma aún resta el proyecto de musealización —que podría prolongarse fácilmente otros cinco meses—, aunque algunas fuentes afirman que es posible «trabajar en paralelo» y adelantar plazos. El museo cerró, con la excusa del covid-19, en septiembre y no ha vuelto abrir, a diferencia del Museo de la Catedral o los dependientes de la Junta. El abad no aclara si el museo permanecerá cerrado ya hasta que esté reformado por completo.

El Cabildo ha mantenido en secreto y a puerta cerrada la intervención, aunque permitió fotografiar los primeros hallazgos arqueológicos, al inicio de los trabajos. En las excavaciones salieron a la luz buena parte de los 2.000 años de historia de este enclave, desde época romana a las construcciones civiles y religiosas que representaron el centro de poder del Reino de León.

Los urinarios de la torre

A solo 40 centímetros de profundidad se encuentran algunas de las claves del edificio. Hornos de fundición de campanas, cimientos primitivos y una monumental puerta —en la misma ubicación que la minúscula que ha dado acceso al museo desde los años 60— son algunos de los restos que han aparecido.

Conforme avanzaba la obra han salido a la luz nuevos vestigios, como los primitivos urinarios de la Torre del Gallo, que se van a conservar. Hallazgos que, por ejemplo, han obligado a trasladar la antigua caldera de biomasa del sótano a la bajocubierta.

La reforma triplicará el espacio expositivo (de 1.200 a 3.200 metros cuadrados) y se abrirán estancias que no formaban parte hasta ahora de la visita al museo, como la escalera renacentista, el adarve de la muralla, la torre o las galerías altas del claustro Fonseca. Más salas —sin barreras arquitectónicas— que permitirán mostrar obras de arte que no se exhibían ahora por falta de sitio, como el ajuar funerario de la infanta Doña María o el Pendón de Baeza, que previsiblemente se enseñará en la capilla más enigmática y secreta de la colegiata, la de la Magdalena, que no se ha abierto nunca al público.

La joya del románico, donde se celebraron en 1188 las primeras Cortes parlamentarias y donde Alfonso V promulgó hace mil años el Fuero de León, no disponía hasta ahora de ninguna sala que recreara dos acontecimientos históricos tan excepcionales, algo que cambiará con la reforma.