La población tardorromana de Marialba era más alta y saludable que la medieval
Inocencio Arredondo fue el primero en sondear el yacimiento de Marialba de la Ribera en 1890, aunque nunca publicó los resultados de su trabajo. En 1967 se llevó a cabo la primera gran excavación, a cargo del Instituto Arqueológico Alemán, liderada por su director, Helmut Schlunk, junto a Theodor Hauschild, en colaboración con el Instituto Leonés de Estudios Romano-Visigóticos. Descubrieron los restos óseos situados en el interior de la basílica y en las zonas próximas al pórtico y el baptisterio. Localizaron un centenar de tumbas, aunque nunca se estudiaron a fondo. Cuarenta años más tarde, en 2009, la Fundación de Patrimonio Histórico de Castilla y León, bajo la dirección científica del profesor José Avelino Gutiérrez, volvía con picos y palas a un yacimiento que deparó muchas sorpresas. Los muertos hablaron. El estudio antropológico de 26 de las 237 tumbas desenterradas en la aquella excavación permitió averiguar cómo eran los pobladores de este enclave. La primera conclusión a la que llegó Zoa Escudero, arqueóloga de la Fundación del Patrimonio Histórico, es que los pobladores tardorromanos (del siglo IV) eran más altos y su estado físico eran mejor que el de los medievales (siglo XI). La explicación más razonable es que estos dos grupos humanos pertenecían a distinto estatus. Probablemente, los tardorromanos analizados eran de clase alta, por tanto, mejor alimentados desde niños, como se deduce también de que sus tumbas –de estructura de ladrillo y tipo capuccina- se hallan más próximas a la iglesia, mientras que los medievales, cuyas sepulturas están más alejadas, serían del pueblo llano. Los huesos no dejan lugar a dudas. Los tardorromanos que habitaron en Marialba eran más atléticos que los medievales; y también, más saludables.