El último rey asturleonés tiene dos tumbas
Es extraño que un rey olvidado y desconocido para la mayoría de los españoles tenga dos tumbas en sendos panteones reales. Sin embargo, es así con Vermudo III, el rey niño que murió lanceado por decenas de soldados castellanos y navarros
Dos tumbas batallan por el cuerpo del rey con el que se cerró la estirpe asturleonesa. Vermudo III —con V porque, como decía el abad Antonio Viñayo, viene de ‘verdad’— está enterrado en el panteón de San Isidoro. Lo corroboró el estudio realizado en 1997 que abrió todos los sarcófagos de la monarquía leonesa. Sin embargo, el monarca tiene también reposo a 270 kilómetros de León, en el monasterio de Santa María la real de Nájera, que atesora una escultura en su panteón dedicado a Vermudo. Cosas de mezclas de linajes y familias políticas... Y es que el descendiente de Pelayo fue muerto por su cuñado, el conde castellano Fernando I.
La directora de San Isidoro, Raquel Jaén, considera que no hay lugar para la discusión acerca del lugar en el que se encuentra el último rey privativo de León. Los análisis realizados en el cuerpo por el antropólogo forense Francisco Etxeberría Gabilondo demostraron que el enterrado en San Isidoro tenía heridas que correspondían con las crónicas de la muerte de Vermudo.
Fin de las obras
Sus conclusiones detallan que este cuerpo sufrió heridas de muerte desde la cintura hasta el cráneo, uno de los cuales —un lanzazo en la órbita ocular— está detallada en las crónicas medievales de la batalla de Tamarón, que enfrentó al rey leonés con Fernando I, rey de Castilla, y su hermano García III de Navarra.
Las heridas del rey
Los restos óseos hablaron para revelar que los traumas incluían una herida de 23 milímetros en la cadera, otro más en el mismo sitio de 11 milímetros, una incisión de 17, dos espadazos en el fémur, un corte de 10 milímetros en la mejilla que le seccionó el hueso malar y, la que le causó la muerte: una herida de 47 milímetros de longitud en la cara interna de la órbita derecha que deja su impronta sobre el parietal y el maxilar superior.
Raquel Jaén defiende, además, que la datalción de la tumba riojana no es medieval sino posterior.
Sin embargo, en el museo del monasterio de Santa María la real de Nájera defienden la ‘filiación’ de su tumba. En un artículo publicado por El País, su director, Goria Treviño, aseguraba que no había duda de que el rey leonés descansa en su panteón. «Su tumba se encontraba en el antiguo convento románico de la localidad. Cuando el edificio desapareció, los cuerpos de todos los reyes fueron trasladados al actual panteón. Es histórico», aseveró. Las obras de rehabilitación de San Isidoro que financia el Cabildo y la fundación Montemadrid serán entregadas el mes de viene y será entonces cuando se licite el proyecto museográfico que realiza el profesor Isidro Bango. En 1997, el grupo de antropólogos que realizó el estudio de las tumbas reales pudo reconstruir el rostro de Vermudo III, que aparece en la imagen superior. Fue obra del profesor colombiano José Vicente Rodríguez y podría formar parte del nuevo espacio museístico del conjunto palatino de San Isidoro.
Además, los investigadores también realizaron el análisis del cráneo de Santo Martino. El estudio concluyó lo que la tradición contaba, que pertenecía a la familia real leonesa. Y es que los miembros de la Corona tenían una característica facial denominada fosa canina —depresión facial muy marcada bajo los ojos— que también está presente en la cara de Santo Martino. Este dato viene a demostrar lo que la historia o la leyenda contaba: que Santo Martino había tenido un padre blanco, esto es, que había tenido que ser un hijo espurio. Sólo así se podría entender la formación exquisita que recibió.