Literatura
Entre flores, colibrís y unicornios
SILVIO RODRÍGUEZ recibió ayer el premio Leteo, que ya cumple su edición decimonovena, ante un público emocionado por la lírica de una época que la historia aún no ha absuelto
Se sintó cómodo Silvio Rodríguez durante el acto que siguió a la entrega del premio Leteo de manos del poeta Rafael Saravia. Tanto que compartió con un público que basculaba entre la emoción y la nostalgia no sólo la canción El colibrí y la flor sino el recuerdo de su madre mientras la cantaba con él.
El creador del galardón convertido este año en Festival y que se salva así de que los avatares políticos lo orillen hasta hacerlo desaparecer, no ocultó su admiración por el trovador cubano, a quien calificó de ser el autor de «la belleza y la catástrofe humanas». El escritor recordó que este regreso del premio se ha debido a la colaboración de todas las instituciones, a las que agradeció haber estado a la altura. Recordó que el premio Leteo fue para todos —por entonces sí— los jóvenes poetas un lugar necesario «para celebrar lo que estaba por venir con autores icónicos» y se felicitó de que la presencia de Silvio Rodríguez en la ciudad hubiera puesto a León «en boca de toda la nación». Fue una noche propicia para las confesiones. El propio Saravia dio el pie. «Yo tuve una infancia compleja; la ausencia de bienes determinó mi realidad», dijo para explicar a continuación que las letras del premiado le cambiaron la vida. «Es la defensa de lo plural frente al que todo lo quiere comprar, la lucha por conquistar la utopía, la voz de lo marginal y un lugar de enseñanza permanente», defendió sobre el campositor cubano que —terminó— «ha movilizado la esperanza de miles de seres oprimidos».
Sobre el castrismo
La tertulia con los asistentes al premio osciló entre las preguntas políticas y las poéticas, pero siempre desde la complicidad. Cuestiones sobre el unicornio azul —el guerrillero Roque Dalton asesinado por la guerrilla salvadoreña— la canción del barco de playa Girón. ¿Quién escribirá su historia? le preguntaron.
—Los hombres del barco son los que están escribiendo su historia...
Antes de eso, el músico había defendido los logros educativos de la dictadura cubana, aunque podría haber parafraseado a Lenin. Educación ¿para qué?
Y una súplica por el futuro de la isla, pero con tanto respeto que más que una pregunta parecía una disculpa. La voz del poeta: «Estamos cambiando y las etapas de cambio son dolorosas»... Y después ya la música, y sus comienzos en el mundo cultural de la isla tras su servicio militar, y de la ya Vieja Trova y su participación en la guerra de Angola. «Llegamos a España en la época del destape y nos encontramos con la legalización del Partido Comunista», recordó aunque le pudo la nostalgia coloreando el recuerdo y aseguró que había visto tanques con la bandera roja.
«Valor para mirarse al espejo»
Hasta que alguien le pregunta que cómo se hace eso de crear y entonces él partió el pan de oficio de picador literario que provocan las musas. «Lo que yo hago no se estudia. Eso de empatar melodías con palabras es una habilidad que hay que intentar una y otra vez», aseguró recordando el célebre fracaso de Beckett. Silvio Rodríguez animó a ser autocrítico, a «mirarse sin miedo», a reconocer sin vergüenza que puede que lo que «acabo de hacer es basura». «Hay que tener valor porque todos somos aprendices».
Se cierra el telón al premio y comienza el festival, en el que participarán autores consagrados, jóvenes talentos de la poesía, artífices de la economía cultural y dramaturgos. El año próximo se cumplirán 20 años de un premio que ha sobrevivido a pesar de todo.