Diario de León

«A Luis lo ha desangelado la muerte»

Eduardo López Casado rinde tributo al maestro vidriero Luis García Zurdo con la creación de una figura en su honor que se entregó a su viuda e hija por sus amigos

Imagen de los amigos de Luis García Zurdo. A la derecha, sus hijas Beatriz y Graciela con la figura realizada en su honor. JAVIER CASADO

Imagen de los amigos de Luis García Zurdo. A la derecha, sus hijas Beatriz y Graciela con la figura realizada en su honor. JAVIER CASADO

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Pepe Muñiz
León

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Nos habíamos reunido en el Racimo de Oro un 24 de septiembre, y por unanimidad, acordamos nombrar a Luis García Zurdo, paisano de la Gremial de ese año, y de repente, cuando apenas había pasado una semana, nos llegó la noticia de su muerte como una pedrada negra en el pecho. Esa muerte leonesa, desangelada, silenciosa, cargada de nostalgia de vida. Esa muerte, que no es mucho más —ni mucho menos— que un sueño de verano a la sombra de la fábula de estas tierras de León y del Torío. La muerte nos va arrancando las más dilectas criaturas que honraban nuestro conocimiento y a quienes debíamos el más hondo placer del hombre: el de ejercer la capacidad de admiración. Se nos fue Luis, como extraña criatura que se pasó la vida huyendo de si mismo, resbalando a través de alguna de sus vidrieras nobles y polvorientas. Luis, leonés, paisano, vitral de color como los de nuestra catedral gótica.

Nunca había visto unos ojos tan limpios. Debía ser muy dulce y muy triste mirar la vida con unos ojos así. En aquella mirada limpia y tranquila a mi me pareció ver el ejemplo claro y dramático de la vida del hombre, por su labor en el arte del vidrio de colores. Era un reflejo de la vida por él contemplada, de paisajes dorados en oro viejo esculpido por el sol que se tamiza a través de las vidrieras.

Nunca pareció que tenía nada que decir. Él sabía más dibujar formas con el vidrio, que contar. Supo conquistar lo misterioso de las vidrieras con una precisión mágica de poeta. Yo le vi metido en su ataúd, figurándome que con los ojos cerrados como los de esas estatuas que veneramos. Ése era su secreto y el secreto de todos los silencios, en esa tarde desnuda y azul en que se fue. Ya no volveremos a verle. A Luis lo ha desangelado la muerte, esa muerte, dulce y perezosa, lánguida, elástica y tibia, que él reflejaba a veces en alguna de sus vidrieras. ¡Silencio, leoneses! ¡Silencio León!

Y con la intención de un emocionado ramo de flores, vayan estas líneas, estas palabras, para dejar constancia de que la sombra de Luis García Zurdo quedará en nuestros corazones para la posterioridad, y prueba de ello, es esta representación de su figura que ha creado Eduardo López Casado, para María de los Ángeles, Beatriz y Graciela.

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