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Cine

‘My mexican Bretzel’, en el Musac

El centro museístico leonés estrena con la presencia de su directora, Nuria Giménez, uno de los considerados fenómenos del cine español en 2020

Nuria Giménez Lorang hablará hoy sobre su filme antes de ser proyectado en el Musac. DL

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León

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Lugar: Musac.

Hora: 20.10 horas (19.00 horas, coloquio).

Entrada: gratuita.

 

El Musac programa hoy una gran cita con el cine con la proyección de My Mexican Bretzel , ópera prima de la directora Nuria Giménez Lorang, precedida a las 19.00 horas por un coloquio con la propia realizadora, en el que se presentará la cinta y se abordará el proceso creativo de la cineasta.

Nominada a dos Goya en 2020 y ganadora de tres Premios Gaudí, My Mexican Bretzel es uno de los grandes fenómenos que brindó el cine español el pasado año.

My Mexican Bretzel (2019), película en la frontera entre la realidad y la ficción, nos acerca a la historia de Vivian Barrett, una mujer acomodada, a través de su diario íntimo y de las filmaciones caseras realizadas por su

marido entre los años 40 y 60 del siglo pasado. La película es un viaje de ensueño a través de la vieja Europa con los sentimientos a flor de piel, a la manera de los grandes melodramas de Douglas Sirk o Todd Haynes.

Nuria Giménez Lorang explica que «esta película nace a raíz de una muerte. Me parece hermosa la idea de que la muerte, con toda la tristeza y el dolor que conlleva, también puede dar a luz a un nuevo proyecto, a una nueva vida. Mi abuelo, Frank A. Lorang

(India, 1913-Suiza, 2010), tenía medio centenar de bobinas de 8mm y 16mm con imágenes increíbles que había filmado él en los años 40, 50 y 60 del siglo pasado. A pesar de tener buena relación con él, nunca mencionó la existencia de ese material. Todos esos kilos de celuloide en los que él había atrapado pedazos de vida, infinitas historias, y momentos fascinantes pasaron cuarenta años en la oscuridad de su sótano. Casi un año después de que hubiese fallecido, acompañé a mi madre a Zurich, donde él había vivido gran parte de su vida, y allí encontramos las latas, perfectamente apiladas, ordenadas y etiquetadas. Yo me sentí como un pirata que encuentra el tesoro», relata.

«Sin saber ni lo que contenían ni en qué estado estaban, sentí gran entusiasmo y una curiosidad casi dolorosa por saber lo

que escondían. Así que las cargamos en el coche y nos las llevamos hasta Barcelona, donde vivimos», añade.

Una gran historia

«A medida que fui descubriendo las maravillas que allí había, tenía cada vez más claro que iba a hacer algo con ellas. Intuía que en algún lugar de ese material se ocultaba una historia de varias capas, aunque desconocía qué forma final iban a adoptar. Pensé que el mejor modo de descubrirlo era dejarme llevar», sugiere.