Diario de León

El Ballet Nacional, dirigido por Antonio Gades, puso en escena en el Auditorio «Fuenteovejuna»

Donde habita la petenera

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - LEÓN.
León

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El Ballet Nacional de España con Antonio Gades como director y coreógrafo, y Elvira Andrés, como ayudante de dirección, plasmaron ayer noche en un abarrotado Auditorio uno de los espectáculos más subyugantes de cuántos han pasado por este escenario. Lo que anoche hizo este maestro del ballet narrativo con un montaje austero y una iluminación que fue otro elemento coreográfico más, fue sencillamente fascinante. Utilizando una luz que pinta cada estado de ánimo con la fuerza de un Matisse, la recreación que hizo Antonio Gades de Fuenteovejuna definió, esencialmente, la herencia de un rito popular con la profundización en los sentimientos enraizados hasta las últimas consecuencias en su propia vida. Esa historia de inocentes zarandeados por los poderosos, por aquellos que no sólo ostentan la fuerza sino que rigen los destinos de sus súbditos, siempre ha calado fuertemente en la idiosincrasia de este hombre del pueblo tan contestatario y a la vez tan humano. Es difícil hoy día saber contar una historia y a la vez hacerlo como Gades, desde la coherencia y la comprensión, sin tiempos muertos, sin grandilocuencias teatrales, sólo el fluir de la música y el devenir del baile, de esa baile que es todo luz, todo sentimiento, sin altibajos ni amaneramientos. Cómo se puede expresar con mayor economía de medios ese legado artístico sino es con un universal sentido estético del baile. La excelente Sara Alcón, con bata de cola, peteneras y alegrías, Mercedes Burgos, Cristina Casanova o Esmeralda Gutiérrez, todo sentimiento, filigrana y expresión o Mariano Bernal, José Manuel Buzón y Francisco Caraballo que conjugaron pasos y variaciones en un fresco colorista de los ritmos de la meseta, todo bajo la perfeccionista mirada de una Elvira Andrés, bailarina y coreógrafa que mamó la danza de los pechos de Mariemma y, posteriormente, con Antonio Gades, lo que la permite tener una concepción de la danza, que une el pasado testimonial con el frescor de lo actual, manteniendo ese respeto por las formas casi reverencial. Pero si en el baile fue poesía en movimiento qué decir del cante. De ese cante flamenco dicho en el más puro fluir de la copla, que en los labios de Isabel Soto, Manuel Palacín, Jesús Soto El Almendro, fueron como un beso...

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