Cuando la marginalidad se hace arte fílmico

Nacido en Baviera a mediados de la década de los cuarenta, hijo de un médico y una traductora, Rainer Werner Fassbinder revolucionó los códigos del cine germano, obteniendo amplio eco internacional, con una obra caracterizada por el riesgo, la desolación, el estremecimiento y sus particulares obsesiones. Educado en la más absoluta libertad, su infancia y adolescencia fueron un periplo de fracasos escolares hasta que, tras ser rechazado en la escuela de cine de Berlín, decide ingresar en un pequeño grupo teatral de vanguardia para comenzar a escribir, dirigir e interpretar sus propias obras. Su homosexualidad, su peligrosa relación con el alcohol y los barbitúricos, y su rebelión hacia la satisfecha sociedad alemana, marcaron una filmografía que se inició en 1969 y finalizó en 1982 con la filmación de Querelle, una adaptación de un texto teatral de Jean Genet. Entre uno y otro título, el autor de cintas como La ansiedad de Veronika Voss, El matrimonio de María Braun o Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, filmó treinta y ocho películas para cine y televisión, realizó cuatro series televisivas, entre ellas Berlin Alexanderplatz, desarrolló una amplia actividad teatral, y llevó a cabo un peculiar trabajo actoral. Fundador de productoras como Tango Films o Albatros, el realizador nunca ocultó la fuerte influencia que tuvo en su obra el mejor cine norteamericano, especialmente el firmado por su admirado compatriota Douglas Sirk. La filmoteca de Caja España le rinde homenaje, desde hoy lunes hasta el próximo viernes, con la proyección de cinco títulos realizados en la década de los setenta. El mercader de las cuatro estaciones, las andanzas de un ex-policía reconvertido en vendedor de fruta; Fontane Effi Briest, un título inédito en España que se presenta como una severa condena a la sociedad de la época; El soldado americano, otra cinta de estreno en nuestro país que rinde homenaje al cine de John Huston y Raoul Walsh; La ley del más fuerte, una parábola sobre el poder que sitúa la acción en ambientes homosexuales; y Todos nos llamamos Alí, una sentida y romántica historia de amor con contenido racial. Todas las proyecciones serán a las 20 horas en la Obra Cultural de la calle Santa Nonia. Su trágico final, fue hallado muerto, a los treinta y siete años, tras haber ingerido una explosiva combinación de alcohol y drogas, no hizo sino acentuar el carácter dramático de una obra marcada por la furia y la insatisfacción. Su testamento cinematográfico es la mejor muestra de su rebelión.