Diario de León

OPINIÓN Verónica Viñas

Los pecados de Crémer

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León

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Sostiene Victoriano, el maestro Crémer, que los premios no hay que perseguirlos con encono. «O te los dan por los muchos pecados cometidos o no te los dan», dice con la dureza y libertad que puede permitirse a los 96 años -él sólo reconoce noventa y tantos, porque hace tiempo que se ha perdido de vista-. Pues bien, a Crémer le han dado casi todos los galardones interesantes, incluido el Nacional de Literatura; y ello sin pertenecer a ninguno de esos lobbys que carroñean cada certamen, como denuncia permanentemente Goytisolo. El poeta nacido en Burgos, pero leonés de corazón y vivencias, es objetivo de continuos homenajes, especialmente, en los últimos años. Pero al veterano periodista las medallas y oropeles le llegan, quizá, un poco tarde. Porque hubo un tiempo en el que tenían un cariz romántico, cuando le permitían viajar con su mujer. Aquella época es ya sólo un bello recuerdo. Para los que nos consideramos compañeros de Victoriano, aunque raras veces aparece por la «diáspora» de este Diario suyo tan querido y ahora lejano de su casa, el principal premio es, precisamente, tenerle como compañero. Y es que el maestro sigue marcando pautas, creando escuela. Leerle es un deleite y un lujo. Pocos como él saben o se atreven a llamar a las cosas por su nombre, sin cortapisas, sin edulcorantes y sin miedo. Es directo y preciso en su lenguaje, mordaz, crítico y ácido con el poder y los poderosos... Sólo él ha tenido el arrojo de señalar al culpable del derrumbamiento del palacio de Don Gutierre. Únicamente él ha tenido la valentía de acusar sin tapujos al Ayuntamiento. Es un ejemplo, el último. Porque lleva toda su vida, desde que apenas era un niño, denunciando los abusos del poder. Incluso cuando la denuncia en este país era poco menos que un eufemismo. Fue entonces cuando decidió no callar y hablar a través del verso. Afortunadamente, la censura nos descubrió a uno de los más brillantes poetas del siglo XX de este país. Crémer no necesita premios -que me disculpe la Academia de Castilla y León, que ayer le entregaba el galardón en reconocimiento a su trayectoria literaria-. En cambio, para sus compañeros y, sobre todo, para los lectores, el premio es encontrar su columna cinco días a la semana. Tiene 96 años pero su estilo y sus opiniones continúan siendo un soplo de aire fresco...

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