Diario de León

Les Luthiers cautivó ayer a León con su humor brillante y su ingeniosa música

Fusilánimes y monjigatos

León

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Puede que ayer en el Palacio de Deportes hubiera algún fusilánime (persona que teme ser fusilada) o más de un monjigato (aquel al que le asustan por igual monjas y gatos), eso no quedó claro; tampoco, el chiste «del lorito japonés». El humor de Les Luthiers, embotellado en ocho «dosis», fue fácilmente asimilado por un público que agradeció con generosas carcajadas y aplausos los guiones inteligentes de este quinteto de músicos-cómicos (o a la inversa). Con la presencia inevitable del apócrifo Johan Sebastian Mastropiero, infame músico autor de numerosas sinfonías, el quintento hizo algún guiño al pasado en las primeras escenas, sacando sus extravagantes instrumentos -algunos de mayor tamaño que otros-, como la marimba de cocos o el glisófono neumático. El frasco de cartón, a modo de programa, que se entregó a los espectadores como primera «cucharada» del elixir Bromato de armonio, tuvo efectos inmediatos. Dos políticos corruptos -Mundstock y Rabinovich, estos no son sus auténticos nombres, sino los de Les Luthiers- convencen al infame compositor Mangiacaprini -Jorge Maronna- para que efectúe algunos «cambios» en el himno nacional y lo convierta en una loa al recién electo partido del presidente Garcete -nombre que al músico se le antoja de difícil rima-. Histriónicos e inteligentes los argentinos saben sacarle partido -doble- a una fauna de indecentes políticos. Sin duda, este número, cuyas escenas van sucediéndose a lo largo del espectáculo, es esencia del talento de Les Luthiers, que llevan ya 32 años pisando escenarios. Apasionante verborrea y juegos de palabras, crítica mordaz y disparates forman parte de la química de Bromato de armonio. También buena música, como el concierto de jazz de Quién mató a Tom MacCoffee o la sonata a la carta Para Elisabeth -con Carlos Núñez, junto al violín de Lopez Puccio- o el juego rítmico que preparan como asistencia al suicida verdadero Disuacidio. Sencillamente, espléndidos...

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