Diario de León

«La situación lamentable provocada por el Prestige merece un poema»

En un escenario concebido para la música, el del Auditorio, hoy se presenta, a las ocho de la noche, «La hora interior», antología de Antonio Colinas, un autor universal que no olvida sus raíces leonesas. La idea es del grupo Retablo, que ha pr

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-¿Cuál es la hora interior? -Es esa hora doble, en que uno se reencuentra con su poesía de una manera esencial; y, por otro lado, es la hora en que uno dialoga consigo mismo. -¿De quién fue la idea de un recital en el Auditorio? -Partió del grupo Retablo, que ya ha interpretado a otros poetas. Ellos han hecho todas las gestiones. -¿No es ya su poesía pura música? -La música es un componente muy importante. El ritmo es fundamental; y la música, como tema, o los músicos, aparecen en muchos poemas, como La tumba negra, dedicado a Bach. -¿Para ser poeta hay que tener un alma atormentada? -No. Siempre he dicho lo contrario. Yo tengo que escribir desde la serenidad, lo cual no quiere decir que detrás no esté la vida, con todas sus tormentas y tumultos. -¿La poesía está condenada a ser minoritaria? -Sí y no. Sí, porque es evidente que va dirigida a aquella inmensa minoría, que decía Juan Ramón Jiménez. Pero, a la vez, la poesía tiene los lectores que debe tener, porque exige una cierta iniciación y es una minoría influyente. La poesía llega cuando no se alcanzan otros mensajes. -La peor crítica. -Una crítica sin fundamento. El autor aprende de las críticas. El crítico ve cosas que no ve el propio autor. Pero si la crítica no es sana, sino fruto de fobias, es doblemente mala o negativa. -¿Le sonrojan sus primeros versos? -Los primeros, sí. Los tengo en esos cuadernos que uno no acaba de romper, porque, a la vez, esos cuadernos de adolescencia son algo muy vivo. Esos poemas llenos de errores y correcciones también son poesía. -Su libro de cabecera. -No tengo uno. Tengo libros que releeo, como la poesía de Rilke, algunas de las grandes novelas de Stendhal o Thomas Mann y esos libros a los que uno siempre vuelve; también algunos de pensadores orientales. -¿Se le ocurre un poema ante la catástrofe del Prestige? -Desde hace tiempo me he preocupado en mi obra de los problemas medioambientales, también en artículos y ensayos. Recuerdo que en la Guerra del Golfo, cuando estallaron unos pozos petrolíferos, lo reflejé en Silencios de fuego, y los críticos lo criticaron. Creo que sí merece un poema esta situación lamentable del Prestige. -¿Por qué los niños ya no aprenden poesías en el colegio? -Supongo que en algunos todavía aprendan poemas de memoria, que es una tarea maravillosa. La iniciación y el amor a la poesía empiezan ahí, en primaria, en ese proceso de memorizar poemas. A mí se me reveló así la poesía a los dieciséis años, cuando me hicieron aprender unos poemas de Machado y Juan Ramón Jiménez. -¿No cree que la poesía vive de espaldas a la realidad? -No. Pienso que la realidad vive de espaldas a la poesía. La poesía es lo más real. Ha sido palabra contracorriente, palabra en el tiempo, que decía Antonio Machado. -¿Qué libro le recomendaría a alguien que jamás ha leído un poema? -Machado y Juan Ramón Jiménez son dos buenos autores para comenzar. No son complicados, conmueven y emocionan. -¿Detesta alguna palabra? -En principio, no. Sólo lo que hay detrás de algunas palabras, como hipocresía, maldad, doblez... -¿Qué le pediría a la Academia de la Lengua? -No soy quién para pedir nada a personas tan doctas. Siento un gran respeto por la RAE, porque dos de sus miembros, Aleixandre y Dámaso Alonso, que fueron amigos, me hicieron amar la Academia. Creo que está haciendo una gran labor en el campo lingüístico y mantiene un diálogo con las academias de Hispanoamérica.

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