Concha Casado retornó ayer a La Cabrera de 1945 en la presentación de la edición facsímil de su tesis doctoral sobre el habla
Nueites y güeyos de Cabrera
«Ye una obra de gran vallir a pesar de los más de 50 años que han pasado desde su publicación en 1948». La presidenta de la Academia de la Llingua Asturiana, Ana María Cano, presentó ayer en bable la edición facsímil de El habla de La Cabrera Alta, la tesis doctoral de una joven Concha Casado Lobato que durante varios meses del año 1945 vivió en Truchas para estudiar el habla y la vida de esta zona del suroeste de la provincia de León. Nueite y güeyos -noche y ojos- fueron las dos primeras palabras que anotó en su cuaderno «a la luz de un candil y en soledad» en la casa-tienda que levantó su abuelo Ángel en la Cabrera Alta y en la que, ya traspasada a Benjamín y Manuela, «me recibieron como a una hija», confesó ayer emocionada en el salón de actos de la Feria del Libro. «Aquel viaje fue su primera inmersión plena en un paisaje y un mundo que ya serían para siempre suyos», agregó el escritor Manuel Garrido en una semblanza retrospectiva de Conchita, como la llamaba su director de doctorado, Dámaso Alonso, a quien ha dedicado esta reedición incluida en la colección Llibrería Llingüística de la Academia de la Llingua Asturiana. En Truchas se puso mandil para no manchar su vestido de ciudad -añadió Garrido- y en un bolsillo oculto guardaba el cuaderno donde «acechaba palabras, expresiones, giros, nominaciones, noticias, en fin, que iban poniendo en pie ante sus ojos ávidos un modo de ser y modo de vivir». La metodología Palabras y Cosas que el alemán Frizt Krüger puso en práctica en La cultura popular en Sanabria, en la misma línea de la escuela de Menéndez Pidal, aportaba a la investigación no sólo una relación de términos, sino su significado en la vida cotidiana y económica de subsistencia. Atrapadas las palabras en la tesis, tras 57 años de tiempo transcurrido, «cada día valoro más esta tierra y su arquitectura tradicional tan enraizada en el paisaje, un patrimonio cultural que no debemos dejar que desaparezca», subraya Concha Casado. En la presentación de ayer prometió dedicar lo que le quede de vida a esa lucha. Como dijo Manuel Garrido, mientras «aquel mundo agoniza», la autora de la tesis se hecho un tanto «subversiva» y «maneja como nunca su libertad y su frescura para aguijonear nuestras conciencias y desidias y hasta los asientos de los sillones de más de un despacho». Nada que ver con aquella jovencita inocente que fue espiada desde una distancia prudente por la Guardia Civil, para protegerla, según confesaron a su abuelo, o, como sugirió ayer Garrido, para comprobar qué clase de relaciones podía tener con los huidos «una joven estudiante que andaba por los pueblos armada de papel y lápiz y hasta una máquina de retratar». La presidenta de la Academia recalcó que la autora «pertenece a la meior escuela de filología» y la reedición del libro quiere «hacer un homenaxe a la autora y agradecer a esta filología todo lo que supuso para el avance de la filología española». El texto incluye las fotografías y los dibujos orginales de la tesis doctoral y, como novedad, un apéndice con las críticas que se publicaron en 1948, entre ellas una de Krüger y otra del prestigioso lingüista americano Yakov Maljiel. «No importa quién lo haya publicado» -precisó el leonés Roberto González Quevedo, también miembro de la Academia- «es una monografía que refleja muy bien cómo era el leonés de esa zona y merecía la pena rescatarla para público y expertos».