Diario de León

CRÍTICA DE MÚSICA/Miguel Ángel Nepomuceno

Rumores de seda en el salón perfumado

Un momento de la actuación de Colom y Claret anoche en el Auditorio

Un momento de la actuación de Colom y Claret anoche en el Auditorio

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Como un perfecto mecanismo de precisión funcionó el sensacional concierto que ayer noche ofrecieron en el Auditorio el pianista Joseph Colom y el chelista Lluis Claret interpretando la Integral de las Sonatas, de Brahms para ambos instrumentos. Uno de los secretos de este éxito se debió a la categoría de ambos intérpretes, dos excelentes músicos que tanto individualmente como formando parte de algún ensemble u orquesta obtienen los mejores resultados y críticas. Las tres sonatas que ofrecieron son de las de difícil ejecutoria y sobre todo de más infrecuente escucha lo que convirtió al concierto de anoche en algo excepcional. El magnífico chelista que es Lluis Claret -no vamos a estas alturas a descubrirlo y mucho menos a pregonarlo en esta página-, pero lo cierto es que, una vez más, demostró el altísimo nivel interpretativo que atesora, puesto de manifiesto en su sensacional vibrato, en su arco amplio y en su poderosa mano izquierda, que parecía abarcarlo todo. Un ejemplo de ello lo tuvimos en la primera de las sonatas, la Op.38, en la que la frescura, la espontaneidad y la deslumbrante expresividad quedaron al descubierto en ese Allegro troppo, donde el legato del chelo expuso el primer tema que se impone por su nobleza de tono y su incomparable plasticidad. Fue el piano quien desarrolló de forma deslumbrante el tercer tema, tierno, melódico, que alcanzó bajo los ágiles dedos de Colom una presencia inusual, que se vio reforzada en el allegro finale, donde los tres motivos del movimiento son expuestos con toda la autoridad por la mano izquierda del piano, al estilo de una fuga de Bach. La segunda sonata siguió el camino de la anterior y tuvo una lectura brillante, donde una vez más el violonchelo se presentó con todo el vigor sobre los trémolos del piano, lo que añadió un efecto tímbrico de extraordinaria belleza. Tal vez uno de los más hermosos momentos fuera el de allegro appasionato con un episodio central lleno de lirismo y discreta melancolía en el que el chelo volvió a lucir su tremenda robustez y fantasía. Ambos maestros mantuvieron ese duelo interpretativo en el que ninguno salió vencedor, ya que tanto el chelista como el pianista son dos extraordinarios virtuosos, además de músicos del más alto nivel. En defintiva, un concierto de cartellone, con una asistencia de público más que importante y un resultado de los que crean afición. Música de salón al más alto nivel.

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